LA ODONTOLOGIA PREHISPANICA EN MEXICO
Teresa Sosa parón Álvarez
Europa
recibió de América, y especialmente de México, una muy rica aportación a la
cultura consistente en un acervo inmenso de productos alimenticios,
industriales y farmacológicos, los cuales revolucionaron la economía, la
medicina y la alimentación del hombre en el viejo mundo.
Entre
los más útiles, podemos mencionar el maíz, la patata, el chile, el cacao
(cacáhuatl, utilizado también como moneda), el aguacate, la vainilla, el
frijol, el tomate, el camote, el cacahuate, la calabaza, la guayaba, el mamey,
la jícama, el nopal, la papaya, el tejocote, el chayote, los zapotes y otros
muchos más.
Hernán
Cortés, en su carta dirigida a Carlos V el 30 de octubre de 1520, le decía:
"Ai calle de arbolarías donde a todas las raíces; hierbas medicinales que
en la tierra se hallan. Ai casa como de boticarios, donde se venden las
medicinas hechas así, potables, ungüentos y emplastos."
De
las plantas medicinales americanas se citan sólo las más conocidas, como las
raíces de Jalapa y Michoacán; el guayacán o palo santo, la epicacuana, la quina,
la coca, la zarzaparrilla, el yoloxóchitl, el chihuapahtli, el tamarindo, el
ámica, el tabaco (pícietl); así como un grupo de drogas psicoactivas y
alucinógenas, como las del teonanácatl, el peyote y el ololimque, que fueron
usadas y son todavía empleadas en la medicina indígena, y cuya utilidad se ha
confirmado recientemente.
La
mayor parte de todo lo que enriquece la farmacología y la medicina a raíz del
descubrimiento de América es originario de México.
Además
se deben de incluir productos de uso industrial como el algodón (íx catí), el
hule (ulli); fibras como el henequén, el ixtle, el zacatón; el chicozapote del
que se extrae el chicle; los colorantes como el palo de Campeche, el famoso
"palo de tinte" y la cochinilla (nochiztli), y el tabaco (pícietí)
que lo mismo usaban como medicina que como ofrenda ritual.
Fuentes prehispánicas
de la odontología mexicana
La
odontología prehispánica en México tiene dos aspectos: uno se refiere a las enfermedades
de la boca y su tratamiento; el otro, el más fascinante, es el de las mutilaciones
dentarias que abarcan limaduras e incrustaciones.
Las
noticias que se poseen gracias a los primeros cronistas, quienes aportan datos
relacionados con las enfermedades de la boca, manifiestan la existencia de una
gran variedad de plantas medicinales, bien conocidas por los indígenas, usadas
para tratar los distintos padecimientos de la cavidad bucal.
Las
primeras descripciones se encuentran en el llamado Códice Badiano, herbario
azteca escrito en 1552 por el médico indígena Martín de la Cruz y traducido al
latín por Juan Badiano. El original de esta obra se encuentra en la Biblioteca
del Vaticano, y fue descubierto en 1929.
Fray
Bernardino de Sahagún, valiéndose de informantes indígenas, ancianos e
ilustrados, comenzó la recopilación de datos. Empleando métodos rigurosamente
científicos informa sobre los usos y costumbres que se practicaban para la cura
de enfermedades en las épocas anteriores a la conquista. En uno de los capítulos
de su Historia general de las cosas de Nueva España, refiere la manera como los
indígenas empleaban las hierbas medicinales para la curación de diversos padecimientos
en las encías y los dientes e inclusive señala la importancia que daban a la
higiene bucal.
También
encontró datos odontológicos sobre caries dentaria, enfermedades de la boca,
halitosis y úlceras. Se encuentran en su obra muchos remedios útiles para sanar
heridas bucales, astringentes para fortalecer dentaduras flojas, plantas para
mitigar el dolor producido por la caries y conocimientos de cortezas empleadas
también como medicina para ojos, nariz, oídos y dientes.
Como
en Europa, también entre los pueblos prehispánicos predominan la magia y la
superstición en la terapéutica de los siglos XV y XVI.
Mutilaciones dentarias
por limaduras
Los
dientes se limaban en casi todos los pueblos de este continente, y fue costumbre
habitual también entre los habitantes de África, el sureste de Asia e
Indonesia.
Según
el antropólogo Javier Romero, en el territorio americano las mutilaciones se
hacían en México, Guatemala, Belice, Honduras, Ecuador, Chile, Bolivia,
Argentina y la parte suroriental de los Estados Unidos de Norteamérica.
Sin
embargo, el término mutilación resulta impropio, ya que la limadura o la
incrustación, según se cree, se hacían en general con objeto de adornar y no de
mutilar. Era una práctica eminentemente estética, con probables intenciones de
diferenciación social o con un sentido mágico.
Alfonso
Caso escribe: "Al juzgar las mutilaciones dentarias de nuestros aborígenes,
no debemos considerarlas como un rasgo de incultura, sino como característica
de otra cultura." En México, los primeros cronistas españoles que se
percataron de la costumbre indígena de limar dientes fueron Sahagún y Landa,
este último entre los mayas. Sahagún habla de las limaduras "a posta"
(a propósito) en su obra.
Si
se toman en cuenta todas las simbologías asociadas con los dientes, resulta
fácil comprender por qué los indígenas de Mesoamérica Ies atribuían tanta importancia
y por qué los sacerdotes trataban de realzarlos mediante el adorno con incrustaciones
de piedras preciosas.
Gutierre
Tibón refiere dos tipos fundamentales de mutilación: primero, la que sirve para
asemejar los dientes humanos a los de animales; y segundo, la creación de una
nueva forma para dentaduras.
La
primera mutilación es más comprensible en virtud de que, en la antigüedad, los
dioses primitivos eran zoomorfos; diversas culturas atribuían dones de extraordinaria
fortaleza a tal o cual animal dios (por ejemplo, el jaguar); por lo tanto
resulta explicable que los sacerdotes quisieran asemejarse físicamente al
objeto de su culto.
Las
mutilaciones dentarias que más comúnmente se practicaban en Mesoamérica eran de
otro tipo y consistían en la limadura pareja de incisivos y caninos, de tal
modo que sólo dos estrechos muñones en los incisivos superiores centrales
conservaban su largo natural constituyendo una especie de columna sobresaliente
en medio de la forma rectangular de la boca. Según Tibón este peculiar estilo
de mutilación dentaria representa al "rectángulo cósmico", una
especie de imagen del mundo. Los mayas y otras tribus de esa zona concebían al
universo como un cuadrilátero sostenido en el espacio por los dioses.
No
existen indicios de la aplicación terapéutica de la odontología precolombina.
Sin embargo, la alta calidad de las técnicas empleadas y el que muchos de los
dientes encontrados con incrustaciones o mutilaciones no presenten síntomas de
enfermedad permiten suponer que los antiguos odontólogos tenían un buen conocimiento
de la anatomía dentaria.
También
se ha hallado un indicio acerca de la forma de anestesia que empleaban los
antiguos pobladores de México en esas prácticas odontológicas que hoy causan
nuestra admiración. En la fórmula de esa preparación el elemento activo es el
"barbasco".
A
pesar de que la odontología estaba limitada en su práctica por sistemas de
pensamiento externos a ella, cumplía la enaltecida función de expresar la
potencia del yo humano, que al liberarse de simbologías y al complementarse con
el conocimiento científico, se ha extendido hasta la odontología actual. A
pesar del brutal corte cultural que significó el dominio español, sobrevive a
través de los siglos el espíritu del odontólogo mexicano, que de artesano al
servicio de los dioses, ha devenido científico al servicio del hombre.
La colección mexicana
El
Museo Nacional de Antropología de México cuenta con 419 dientes que presentan
mutilación de carácter étnico. Estos están sueltos, en fragmentos de maxilares
y mandíbulas o en cráneos completos de ambos sexos. La edad fisiológica de las
piezas es adulta juvenil (2135 años) o adulta media (3655 años). No hay ninguno
de edad infantil.
Para
Romero las mutilaciones dentarias más antiguas fueron las limaduras. Más tarde
se practicaron incrustaciones solas o combinadas con limaduras. La incrustación
de piedras o discos de minerales preciosos o semipreciosos en dientes sanos ya
se realizaba muchos siglos antes de la conquista, principalmente entre los
mayas; y su práctica fue abandonada con la decadencia de esa cultura.
También
en Monte Albán se han encontrado hermosos ejemplares con incrustaciones de
pirita en las tumbas de la época preclásica de Monte Negro, consideradas como
las más antiguas de América.
Según
Romero, la técnica más antigua, el limado, aparece en el periodo temprano del
gran horizonte preclásico (siglos XVI X
a. C.). Este autor supone que la costumbre comenzó por limaduras que llevaba a
cabo el propio sujeto, lo que era más frecuente entre los hombres que entre las
mujeres (figura 1).
Fig. I. Fragmento del
mural policromo conocido como Tlalocan que presenta a un individuo tal vez limándose
los dientes.
Durante
el periodo preclásico medio (siglos X VI
a. C.), aparecen las incrustaciones; los datos recogidos sugieren mayor
frecuencia entre las mujeres. En este periodo decayó el auto limado dando paso
a la obra de artífices especializados.
Con
los conocimientos que se poseen, no se puede conjeturar si, además de su
carácter estético, las mutilaciones tenían una función mágica o religiosa,
aunque se ha llegado a pensar que formaban parte del culto al jaguar.
Rubín
de la Borbolla, y más tarde Romero, se ocuparon de clasificar y tipificar todas
las formas descubiertas de mutilación dentaria. Sus tablas revelan la.evolución
de sus estudios y han servido de base para edificar casi todo el conocimiento
antropológico sobre este tema.
Rubín
de la Borbolla clasifica 24 tipos de mutilaciones dentarias halladas en México:
limaduras, incrustaciones y limaduras con incrustaciones. También sostiene la
tesis de que fueron practicadas con fines decorativos. Los trabajos de De la
Borbolla constituyen el arranque original para estos estudios en México y sirven
de base para todos los trabajos posteriores que han aparecido en los últimos
años.
Más
tarde Javier Romero publicó un cuadro completo de las mutilaciones dentarias
encontradas tanto en México como en otros países de América. Además describió
todos los tipos de mutilación y su procedencia tanto cultural como geográfica
(figura 2).
Fig. 2. Nueva labia de
clasificación de las mutilaciones dentarias prehispánicas que comprende todas
las modalidades conocidas del continente americano.
El
examen de la colección de dientes mutilados que existe en el Museo Nacional de
Antropología de México parece demostrar que la mutilación dentaria presenta
tres claras modalidades principales, ofreciendo cada una ciertas variantes.
Esta división aparece en el siguiente cuadro.
MODALIDADES
FUNDAMENTALES DE LAS MUTILACIONES DENTARIAS PREHISPANICAS DE AMERICA
MUTILACION DENTARIA
DE
CARACTER ETNICO
|
I.
Modificación
del contorno del diente.
|
A. En borde incisal
B. En un sólo ángulo de la corona
C. En ambos ángulos
|
|||
II.
Modificación
de la cara anterior del diente.
|
D. Mediante líneas
E. Mediante incrustaciones o el
desgaste parcial del esmalte.
|
||||
III.
Modificación
del contorno y de la cara anterior del diente
|
F. En el borde incisal con líneas en la cara
anterior o en el borde incisal
con remoción de parle del
esmalte.
G. En el borde incisal en uno o ambos ángulos,
e incrustaciones
|
Se
formó este cuadro de clasificación según el cual la gran diversidad de formas
conocidas se distribuye en siete grupos que se denominan tipos (A 6), cada uno de los cuales presenta cierto
número de variantes que llamamos formas, que se designan por números arábigos y
que suman por el momento un total de 48.
Los
tipos D 7 y F 5 corresponden a América del Norte; el E 3, el F 3, el F 8, el F 9, el G 1 y el G 3, a América del Centro; el E 4, el E 5, el F 6 y el F 9, a América del Sur. De las 48 formas de la
tabla, sólo once no han aparecido en territorio mexicano.
Las técnicas
Para
Adolfo Dembo las técnicas fundamentales de mutilación dentaria son cinco: la
extracción, la fractura, el corte, el limado y la incrustación.
Se
acepta como la más clara definición del limado la que Dembo expresa de la
siguiente manera: "Es evidente que un verdadero limado debe consistir en
la frotación de un objeto de determinada dureza sobre otro al que va
desgastando en superficie por capas sucesivas; el diente en este caso."
Sobre la fractura dice Dembo:
Por
regla general, la fractura del diente se realiza aplicando sobre el mismo un
objeto cortante al que se golpea con un martillo de material variable.
Cabe
admitir como posible que tales mutilaciones fueron realizadas fundamentalmente
cortando la corona por medio de trozos de sílex afilados del mismo modo que los
cuchillos de uso común.
En
comparación con la técnica del limado, la del corte se antoja demasiado rudimentaria.
En todo caso, su uso se restringiría a los verdaderos inicios de la costumbre,
a épocas anteriores al periodo preclásico del valle de México, y tal vez sólo
en relación a las tres primeras formas del tipo A. Se cree que esta tosca maniobra
de sierra pronto fue sustituida por el suave frotamiento que implica la técnica
del limado, con la ayuda de la capa de polvo silíceo de que habla Hamy cuando
se refiere a las incrustaciones.
Fray
Diego de Landa, al tratar de las indígenas de Yucatán, indica que "tenían
por costumbre aserrarse los dientes dejándolos como dientes de sierra y esto tenían
por galantería, y hacían este oficio viejas, limándolos con ciertas piedras y
agua". Tal vez esta cita sea la única en que vagamente se alude a la
técnica.
En
las dentaduras completas con mutilación dentaria puede verse que, por lo
general, fue concebida simétricamente. La asimetría en otras debe considerarse
como el indicio de que ciertas imperfecciones en el proceso del limado o de la
incrustación provocaron trastornos bucales lo que no permitió al individuo
soportar la operación hasta el fin. Estos trastornos tuvieron como causa
fundamental el haber dañado la cámara pulpar, con lo que sobrevino la formación
de abscesos alveolares que necrosaron al diente causando dolor e impidiendo la
masticación normal.
Las
recientes investigaciones de Fastlicht llevan al convencimiento de que la
técnica del limado es bastante sencilla cuando se aplica al diente vivo, si se
cuenta con la ayuda de agua y algún polvo abrasivo; para la incrustación puede
haberse utilizado un taladro parecido a los que se usaban para la perforación
de objetos de piedra (malacate).
Probable origen y
significación
Es
muy difícil dilucidar cuál pudo ser el móvil que originalmente llevara a los indígenas
a mutilarse los dientes.
En
su oportunidad, se indicó que la mutilación del contorno tipo B 4, que se ilustra en la clasificación, aparece
en las urnas funerarias zapotecas que representan dioses o sacerdotes; también
forma parte del glifo (motivo de ornamentación que consiste en trazos grabados
en hueco o canales con que se interrumpe una superficie lisa) que de un modo
incuestionable está conectado con la dentadura del jaguar y que decora el
tocado de algunas deidades. Este animal aparece reproducido en la cerámica
zapoteca y también en forma monolítica durante la época azteca; la estilización
del animal surge desde el horizonte arcaico del valle de México y de un modo
simultáneo en Monte Albán, varios siglos antes de Cristo.
Es
posible que las experiencias de aquellos individuos ante esos animales algunas
veces nefastas hayan sido la causa decisiva para atribuir tal importancia al
jaguar y lo que los llevó a reproducir su figura de manera realista o
estilizada en la cerámica, a simbolizarlo en un glifo, a repetir su dentadura
en la propia y a llevar colgados los colmillos y molares del animal. El temor
pudo ser el estímulo y la emulación del felino; por tanto, una respuesta de
orden mágico.
Si
el problema no tuviera más implicaciones, su solución no sería tan difícil, pues
el estímulo del temor explicaría la mutilación dentaria como la satisfacción de
una de tantas necesidades secundarias (o puramente psicológicas), cuya fuerza
puede igualar y hasta sobrepasar la de las primarias o fisiológicas.
Sin
embargo, hay otros hechos que complican la cuestión. Por ejemplo, el proceso de
las incrustaciones dentarias es, sin lugar a dudas, mucho más complicado que el
del limado y requiere, como bien hace notar Fastlicht, una serie de conocimientos
que no se logran súbitamente, sino que pasan por una etapa anterior de
experimentación en un clima cultural propicio.
A
pesar de eso, las incrustaciones han aparecido desde los estratos arqueológicos
más antiguos casi simultáneamente en dos importantes regiones: en Oaxaca en el
periodo Monte Albán I, y en Uaxactún, Guatemala, en la fase Mamón, y poco
después en Veracruz.
En
Oaxaca de inmediato surge el glifo del jaguar, en una cerámica calificada de
superior en comparación con la de los periodos siguientes. En la zona maya alcanza
después un gran desarrollo el elemento de este glifo, que en Oaxaca simbolizaba
la dentadura del animal, pero que entre los mayas quedó conectado con el dios
Chac y la representación de un día del calendario (figura 3).
Fig.
3. Relación de los elementos del glifo del jaguar a través de la estilización
de la representación realista del animal en la cerámica de Monte Albán; 1.
esquema de la dentadura de un jaguar; 2, figura realista; 3, representación
medio estilizada que constituye el vistoso tocado de un personaje; 4,
estilización en un fragmento de vaso; 5, ejemplo del glifo del jaguar; 6,
patrón No. 5 del horizonte arcaico correspondiente al entierro 74 de Tlatilco.
En
tales circunstancias y puesto que la mutilación dentaria en el valle de México
es un poco más antigua, puede pensarse que esta zona fue la cuna de la
costumbre (estimulada tal vez por el temor al animal) y que su desarrollo
durante el arcaico inferior permitió que se difundiera en Oaxaca, Veracruz y la
zona maya con los elementos necesarios para surgir en esas regiones en forma
más elaborada y ya con incrustaciones.
Otros
hechos nos obligan a considerar diferentes supuestos. La misma falta de
antecedentes que se observa respecto a las incrustaciones dentarias de Oaxaca y
Uaxactún existe para la totalidad de las primeras fases culturales de
Mesoamérica, las que son calificadas de altas culturas desde que aparecen.
En
consecuencia, resulta anómalo y poco sostenible que un rasgo como la mutilación
dentaria sí tenga sus antecedentes dentro de los mismos estratos arqueológicos
en la misma zona; es decir, en el valle de México.
No
obstante, no hay por qué descartar del todo la primera hipótesis; en cambio
resulta pertinente ampliar la perspectiva para conocer algo más de lo que sobre
mutilaciones dentarias hay fuera de América.
Adolfo
Dembo y D. Imbelloni informan de muchas tribus que practican o practicaron la
mutilación dentaria en África, el archipiélago malayo y hasta en las islas del
Japón. Linne, por su parte, informa que en Filipinas se acostumbró a incrustar
los dientes con oro, tradición que aún sobrevive en Borneo y Sumatra. Este
autor expresa que no hay pruebas de que la costumbre practicada en el sureste
asiático de limar e incrustar los dientes se haya trasmitido a América y aduce
para justificar su punto de vista la evidencia de su gran antigüedad en la
región maya.
Algunos
de los tipos de mutilación dentaria del sureste de Asia son distintos a los que
se presentan en la tabla de clasificación tipológica para Mesoamérica, pero
otros son iguales.
La
distribución geográfica de esta costumbres es bastante amplia en el antiguo
continente, donde se conservan numerosas huellas de la remota propagación de
grupos humanos y complejos culturales. Así pues, parece un poco rígida la idea
de que en América, sin ningún tipo de influencia, se hayan inventado procesos
de mutilación dentaria para producir resultados prácticamente iguales.
Es
probable que el hombre haya descubierto varias veces la agricultura, y tal vez
inventado la cerámica otras tantas como medio de satisfacer una imperiosa
necesidad. Pero es difícil aceptar la doble invención de un rasgo cultural tan
poco utilitario como la incrustación de pequeños discos en los dientes.
La
opinión que hoy día generalmente se sustenta es que América fue poblada por
emigrantes de Asia, quienes llegaron por el estrecho de Bering en una época en
que no se había desarrollado aún la civilización en el viejo mundo. Así, lo más
que pudieron haber traído consigo fueron los simples rudimentos a partir de los
cuales pudo forjarse una civilización en América. Desde esta perspectiva, las civilizaciones
de México y Centro América en nada contribuyeron para la formación de las del
antiguo continente, en vista de su aislamiento, pero tampoco recibieron
aportaciones de él.
Aunque
nadie niega la procedencia asiática de gran parte de la población indígena
americana, es evidente que hay ciertos grupos cuyas características raciales
son distintas. No sería imposible que América recibiera grupos de población de
Oceanía en épocas sumamente antiguas, lo que explicaría la presencia de rasgos
negroides en la fisonomía de las figuras conocidas como "Los
danzantes" de Monte Albán, Oaxaca, y en las gigantescas cabezas
monolíticas de La Venta, Veracruz.
La
mutilación dentaria es un rasgo cultural que se encuentra asociado con otro: la
deformación craneana. Si todavía no se sabe cuál es la antigüedad de las mutilaciones
dentarias en el sureste de Asia, en cambio se tiene la certeza de que la deformación
craneana es mucho más antigua allí que en América.
Este
rasgo cultural tiene en el viejo mundo una distribución geográfica más amplia
que la mutilación dentaria, y comprende el occidente de Europa, el norte de África,
el sur y el sureste de Asia y prácticamente toda la Oceanía. La deformación de
tipo tabular erecto se encuentra tanto en Hawai como en las islas Marquesas y
otras más; si en ellas se inventó independientemente, entonces, sin duda, se
habrá inventado por quinta, sexta o séptima vez en América. Es un hecho reconocido
que desde Oceanía se han iniciado constantes movimientos migratorios por vía
marítima, los cuales pudieron propiciar que la deformación craneana se difundiese
a algunos lugares sumamente distantes como las islas de Hawai y Marquesas. Por
esta razón existe la posibilidad de que esa costumbre haya llegado a América,
en unión de otros rasgos como la mutilación dentaria. Se explicaría así que, en
las primeras fases culturales de Oaxaca y la zona maya, la mutilación aparezca
acompañada por incrustaciones y que haya evidencias de esa costumbre en sitios
tan distantes como el sur de Argentina, lo que significaría que las regiones
australes pudieron recibir la influencia de grupos oceánicos que llegaron a América
por puntos localizados más al sur que aquellos que les dieran entrada en la
zona Mesoamericana. Si la difusión transoceánica se llegara demostrar, la mutilación
dentaria habría llegado a América en, al menos, dos ocasiones, a consecuencia
de sucesivas oleadas migratorias.
En
todo caso, la interrogante continúa: ¿cómo es que la mutilación dentaria surge
de pronto en el valle de México, y acto seguido aparece en Oaxaca, Veracruz y
la zona maya con modalidades que implican un considerable adelanto cultural? La
respuesta de esta cuestión es apenas la punta de una larga sarta, pues en
América la mutilación dentaria adquirió un alto valor religioso,
fundamentalmente en la representación de los dioses que aparecen en las urnas
de Oaxaca y en la de Chac, deidad de primer orden en el panteón maya.
La simbología
La
capacidad del órgano dentario para almacenar información parece ir más allá en
sus notables alcances, puesto que conserva datos sobre usos religiosos milenarios
y puede constituirse en pieza importante para la elaboración de teorías sobre
la evolución del hombre.
Gutierre
Tibón sostiene que "las incrustaciones dentarias obedecían a ideas mágico religiosas
y eran privativas de personas de alto rango político y sacerdotal; el mando y
el sacerdocio coincidían en la sociedad prehispánica".
Una
de las razones probables por las que el diente se hizo objeto de culto fue que
para los indígenas americanos representaba el poder, el liderato y el dominio.
Tibón aporta pruebas de procedencia diversa para apoyar esta interpretación.
En
distintos lugares de la Biblia, por ejemplo, se habla de los dientes como
símbolo de poder. Jeremías alude a su humillación diciendo: "Me quebró los
dientes con cascajo", para luego aclarar sin lugar a dudas más adelante:
"Fui escarnio de todo mi pueblo... Pereció mi fortaleza."
En
el Popol vuh aparecen similares simbologías, sobre todo en el episodio en que
el dios Siete Guacamaya pierde los dientes, y con ellos, su aspecto de jefe, su
temible figura y finalmente su vida.
Entre
los antiguos nahuas el mismo idioma reflejaba la asociación entre los dientes y
el poderío. Tlanti (diente) forma parte de una serie de palabras que simbolizan
la ostentación, ganancia o pérdida del poder. Tlantla significa "ser poderoso";
omotlanti equivale a "tomar el gobierno" o tomar las riendas del
poder político; tlantlaza es "romperse los dientes" y expresa en
sentido figurado la pérdida del poder; tlantepehua significa literalmente
"romper los dientes a alguien", y es una manera de expresar la
degradación de una persona.
Por
otra parte el radical tlanti se emplea en lengua náhuatl para indicar lugar.
AsíCoatlán es "el lugar del dios culebra"; Mazatlán es "el lugar
del dios venado"; Amatlán es "el lugar de los amates", y muchos
ejemplos más. Esta aplicación del radical tlan se reproduce exactamente en la
escritura jeroglífica, puesto que las representaciones gráficas de los nombres
incluyen el dibujo de una encía y dos o tres dientes.
Es
probable que esta asociación del radical tlan con los lugares ligue el símbolo
del diente con la idea del poderío y señorío sobre tal o cual sitio. Sin
embargo, Tibón ofrece una interpretación diferente: "El diente, fijo en su
alveolo, es paradigma de lo que está." La representación jeroglífica de
tlan en los nombres de lugar es, desde luego, una pareja de muelas.
Otro
aspecto que ilustra elocuentemente el valor mágico y mítico de los dientes lo
constituye la interpretación de los sueños; al respecto pueden observarse asociaciones
sumamente interesantes entre las tradiciones de los indígenas de Mesoamérica y
el viejo mundo.
Los
griegos, por ejemplo, al interpretar los sueños señalaban que la caída de un
diente simbolizaba la muerte de un miembro de la familia. Entre los semitas del
medio oriente aún se conserva la creencia de que la caída de un diente sin que
la encía sangre anuncia la muerte inminente de un pariente cercano: si la pieza
caída es una muela, se trata de un anciano; si un premolar, una persona de edad
media, y si un incisivo o un canino, entonces el fallecimiento será de un niño.
Entre
los mayas la interpretación que los onirománticos daban a los sueños era
exactamente igual. Robert Redfield y Alonso Villa Rojas informan sobre sus hallazgos
en la aldea Chan Komen, en Quintana Roo, y sus datos sobre las interpretaciones
prehispánicas de los sueños coinciden casi exactamente con el modelo semita.
Aunque estas tradiciones pudieron pasar a América con los españoles, incorporándose
a las tradiciones mayas, cuando Redfield y Villa Rojas hicieron sus
investigaciones (principio de la década de los treinta), Quintana Roo se
hallaba prácticamente insumiso y, se considera, preservaba las tradiciones
culturales mayas poco menos que intactas. Estas similitudes constituyen, por
tanto, un indicio sumamente interesante de la existencia de un patrón cultural
común entre América y el Asia Menor.
Tlalocan, paraíso
mural
Teotihuacán,
que significa "lugar donde los hombres se vuelven dioses", fue un
gran centro ceremonial que los conquistadores aztecas encontraron ya en ruinas,
pues parece que fue incendiado a principios del siglo X o tal vez antes. El
enigma que debió representar para ellos subsiste quizás más desconcertante en
la actualidad.
Se
han descubierto suntuosos palacios como el de las Mariposas y el de los Caracoles
Emplumados, extrañas construcciones decoradas con frescos de inigualable
colorido, a más de que, entre las pirámides del Sol y la Luna, han surgido las
rumas de un enorme núcleo cultural y urbano cuyos orígenes no han sido todavía
clarificados del todo.
En
un sitio cercano al centro ceremonial de Teotihuacán, se encuentra Tepantitla
con los restos de un antiguo palacio. Allí se conserva todavía un fresco prehis
pánico, tal vez el más importante para nosotros, que representa el tlalocan o
paraíso terrenal, y en el que se encuentra un testimonio directo del tema
tratado aquí.
Antiguos
cronistas, como Sahagún y Torquemada, describieron este paraíso en el que los
hombres podrían gozar después de su muerte. En el tlalocan todo es felicidad,
alegría, juegos y regocijo; allí vuelan las mariposas policromadas, de allí
salen los ríos y ríen las fuentes; las tierras son fértiles y las flores más
hermosas y aromáticas. Allí es donde la vida se desliza entre cantos, bailes y
juegos de pelota. Este es el concepto de la felicidad que nos han transmitido
los cronistas y que está representado en esta obra extraordinaria de la gran
cultura teotihuacana.
En
el fresco multicolor se encuentra un fragmento de gran interés para nosotros:
Allí donde todo es felicidad, en el tlalocan, un individuo parece limar los
dientes con un pedernal a otro sentado frente a él.
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Muy buen trabajo, gracias
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