LA TRADICIÓN DE LOS DULCES EN MÉXICO
Hablar
del dulce mexicano es adentrarse en la historia y tecnología del país,
remontarse a los orígenes mismos del hombre mesoamericano, fundido
posteriormente en ese mosaico de razas, pueblos y lenguas que formaron el
esplendoroso Anáhuac.
El
dulce —como la tecnología, el arte y la cultura de tales grupos étnicos— ha
hecho sucesivos aportes en el devenir del tiempo, algunos de ellos
trascendentes y valiosos, siendo el más notorio la caña de azúcar, traída a
raíz de la conquista hispana y occidental.
No
por esto mueren los antiguos gustos por las ambrosías aborígenes. Concretamente
el chocolate se convierte en el don de México al mundo por excelencia.
Las
ambrosías del México antiguo. Ambrosías aborígenes. Ambrosía: vocablo
proveniente del griego ambrosia el cual a su vez deriva de ambrotos, que
significa “inmortal, divino”.
En
la mitología griega se denominaba ambrosía a los manjares o alimentos de los
dioses; vianda o manjar deleitoso al espíritu, en sentido figurado. Bebida de
gusto delicado.
Los
pueblos prehispánicos de Mesoamérica no conocieron la caña de azúcar, pero sí
mieles de avispa, de maguey, de tuna y de caña de maíz. Mieles que, mezcladas
con semillas, llegaron hasta nuestros días como se observa en la “alegría”.
Los
pueblos prehispánicos de Mesoamérica cocían el grano de maíz y elaboraban la
tradicional tortilla, sólo que en forma muy delgada; al bañarla de mieles
producían un exquisito postre del grano de maíz: el pinole. Tanto los soldados
como los misioneros admiraron los refinamientos que alcanzó la repostería en la
cocina mexicana por su extensa variedad, la exquisitez de sus condimentos y la
presentación de sus manjares en vajillas de barro de Cholula (pulimentado,
bruñido y policromado) y toda clase de bracerillos para mantener las viandas a
temperatura adecuada.
En
esa refinada cocina sobresalieron los postres entre los cuales figuran
innumerables especies de atoles endulzados con mieles y frutas.
Al
hablar de los pueblos prehispánicos de Mesoamérica, se alude especialmente a
la
cultura olmeca, madre de todas las culturas mesoamericanas, de la que derivaron
los aztecas, chichimecas, tarascos, mayas y toltecas.
Sin
duda en este género de alimentos el de mayor trascendencia es definitivamente
el chocolatl, regia bebida de exquisito sabor tanto por las esencias que se
mezclaban en la molienda del cacao como por la aromática vainilla de la región
de Papantla. El chocolate prehispánico se preparaba con atole de masa, molienda
de cacao, vainilla, miel de avispa. Se servía después de ser batido y agitado
—en pocilios de coco y huaje y en tazones de barro cocido.
Fray
Bernardino de Sahagún al referirse al chocolate —después de hacer elogios de su
grato sabor como gran bebida estimulante para los antiguos mexicanos— afirmó
que era un alimento que daba vigor y terapéuticamente aplicable para airar
numerosos padecimientos y debilidades del cuerpo.
LA REPOSTERÍA
PREHISPÁNICA
El xocolatl y otros
dulces
La
palabra náhuatl xocolatl está compuesta de: atl (agua) y xocotl (choco, choco),
onomatopeya del ruido del agua hirviendo con el cacao batido con el molinillo
de madera. El grano de cacao gozaba de gran aprecio como lo prueba su
aplicación como moneda de transacciones mercantiles y pagc de tributos al
emperador.
Una
de las más conocidas versiones sobre la etimología del vocablo chocolate la da
el doctor Cecilio Robelo: chocolate: xococ (agrio), atl (agua): agua agria
porque el cacao con agua y sin dulce es muy agrio.
Francisco
Javier Clavijero, sacerdote jesuíta, formuló interesantes comentarios sobre el
chocolate.
Este
es el origen de la célebre bebida que junto con su nombre náhuatl xocolatl, han
adoptado las naciones de Europa, alterando su nombre y mejorándola, según el
gusto y el paladar de cada pueblo.
No
solamente el chocolate se prodigó y multiplicó después de la conquista, sino
también el aguamiel. El aguamiel es un líquido dulce anterior al fermento que
constituye el octli o pulque —de gran uso entre los nativos del Anáhuac— sobre
todo en los pueblos del Altiplano.
El
aguamiel, bebida dulce, refrescante, terapéutica y espiritual del mexicano, fue
indispensable en los banquetes del gran tlatoani y del gran Moctezuma II en los
que se preparaban más de trescientos platillos, la mayor parte con aguamiel. De
esa asombrosa mesa de Moctezuma, nos habla el ilustre veracruzano don Francisco
Javier Clavijero. El chocolate y el aguamiel eran recomendados por brujos y
curanderos para varios padecimientos, sobre todo, de origen gastrointestinal.
Por
su parte, el elote constituía un exquisito postre cocido y endulzado con
mieles; del jugo del metí o maguey se hacía pulque y de las hojas más gruesas
—cocidas debajo de la tierra— se extraía el mezcal, de la floración, llamada
quiote, se obtenía una fruta jugosa y dulce.
Hernán
Cortés, en sus Cartas de Relación escritas al emperador Carlos V, decía: “hay
frutas de muchas maneras, en que hay capulines que son semejantes a las cerezas
y ciruelas de España. Venden y tienen miel de abeja y cera, miel de caña de
maíz, que no son tan melosas y dulces como las de azúcar”.
En
la historia del dulce no es posible olvidarse de nuestro símbolo heráldico: el
nopal.
El
nopal —con su decorativo fruto, la tuna— se prodigó generosamente en las
regiones inhóspitas, áridas y desérticas, constituyendo más que un fruto, un
regio dulce rico en carbohidratos.
Nopales
y tunas son los blasones heráldicos arraigados de nuestra ciudad de México.
Era
y es la miel de la tuna una ambrosía grata al paladar, la cual, con una morena
tortilla, saborean aún los campesinos de los valles áridos de México.
EL DULCE MEXICANO EN
LA ÉPOCA COLONIAL
Junto
a este sobrio, pero vigoroso antecedente en la historia del dulce, el mexicano
del siglo XVI recibe dos aportaciones espléndidas y magníficas del conquistador
hispano: el azúcar de la caña y la leche de vaca.
Hernán
Cortés inició en México el cultivo de la caña de azúcar plantándola en sus
fincas de Tlaltengo y de los Tuxtlas de Veracruz. De allí se extendió a
Morelos, Guerrero y al valle de México. La caña de azúcar determinó un cambio
en la alimentación de los pueblos de México. El producto que se obtenía de la
caña de azúcar se denominaba piloncillo —resultado de la concentración del
guarapo o jugo de caña al fuego de las pailas, en los trapiches rudimentarios.
Modificó recetas autóctonas y amplió horizontes a los dulces mexicanos.
Con
el azúcar, la leche y los frutos de México y España, estalla esplendoroso el
panorama del dulce en México y comienza a formarse la geografía del dulce
regional.
CONFITURAS
Confitura
viene de confección; confeccionar, de hacer las cosas, elaborar dulces con
frutas como: mamey, zapote negro, zapote blanco, chicozapote, piña, chirimoya,
pitaya, tejocotl o tejocote. Con estas frutas se sustituía ventajosamente a las
peras, manzanas, higos, uvas, membrillos, granadas y demás frutas de Europa.
Fray
Pedro de Gante y fray Bernardino de Sahagún revelaron en el siglo XVI secretos
y fórmulas mágicas de confituras.
Las
monjas en sus conventos crean e inventan golosinas que constituían pecados de
gula, nombres fantasiosos como: picones, cocadas, jamoncillos, quesillos de
almendra, besos, suspiros, regalos de ángeles, cabujones (de cabeza grande) de
almendras y pasas, y suntuosas mermeladas. Dulces de bocado real, los de leche
de obispo, de cafiroleta y cafirolonga, de dulce camote y piña, de bien me
sabe, alfeñiques de San Lorenzo, pastas y jaleas de las Bernardinas, buñuelos
de San José de Gracia, bocadillos de leche, nuez y coco con brillantes
canelones y manzanitas.
Frutas
sublimes hechas con almendras, huevitos de faltriquera, susamieles, mostachones
ilustres, dulces cubiertos, calabazates, chilacayotes, acitrones traslúcidos,
almendrados de azúcar y miles de confituras salidas de los conventos de México.
DULCES Y BOMBONES EN
EL ROMÁNTICO SIGLO XIX
Fuera
de los conventos también surgieron estos refinamientos en distinguidas y
afrancesadas dulcerías, pastelerías y cafés.
Recordamos
el gran Café de Veroly, en el México de 1838, refugio despreocupado de
provincianos, viajeros y comerciantes después de los ajetreos de la diligencia.
¿"Qué tomaban los viajeros en el Veroly? Tomaban un chocolate tres tantos
(tres partes iguales de cacao, azúcar y canela) con molletes.
Soletas,
ilustres tostadas avalinas, pispiretas, atole con tamalitos cernidos, café con
crema a la vainilla, bizcochos, chocolate de las clarisas con huesitos de
manteca del Espíritu Santo, miel perfumada con cáscara de naranja y soletas.
Entre los paseos públicos destacaba el famoso “Paseo de las Cadenas”, reunión
popular para el esparcimiento. Consistía en unirse con cadenas colgantes que
formaban ondas; la gran cadena se configuraba en el atrio de la Catedral allá
por 1850, y era ocasión feliz para todo el mundo —entre pregones populares y
gritos de mercaderes.
El
dulce en México sirve de identidad en los extensos caminos de la patria y en el
mundo entero. Dulces, confituras y ambrosías de nuestros tiempos, de nuestro
México. Dulces mexicanos, fantasías de colores, fisonomía y fuerza, arte
escultórico de manos prodigiosas.
BREVE GLOSARIO DE
DULCES MEXICANOS
CAJETA
|
Dulce de leche de cabra y azúcar,
especialidad de Celaya, Guanajuato.
|
COCADA
|
Dulce
a base de pulpa de coco. Especialidad conventual con muchas y deliciosas
variaciones.
|
CHOCOLATE
|
Antes
de que entusiasmara a Europa, el chocolate era la bebida maya y azteca. La
semilla de cocoa fue empleada como unidad de cambio en algunas regiones del
Estado de Oaxaca.
|
NANCE
O NANCHE
|
Árbol
que crece en los estados de Veracruz y Tabasco, que da un fruto parecido a la
cereza; se come crudo, en jalea, pasta, etcétera, y se conserva en alcohol.
|
NOPAL
|
El
cactus que produce las tunas. Quitadas las espinas, las pencas sirven de base
para ensaladas, salsas y dulce.
|
PILONCILLO
|
Azúcar
de caña, sin refinar.
|
TUNA
|
Fruto
del nopal.
|
Comentarios
Publicar un comentario