LO NEGRO DEL NEGRO DURAZO - JOSE GONZALEZ G. parte5
¡Hijo de Tigre,
Pintito¡
Me
supongo que a estas alturas usted se preguntará quién es el consentido en la
familia Durazo; es un troglodita que cuando yo lo conocí tenía escasos 17 años;
se llama Francisco Durazo Garza, pero el Negro y su esposa le dicen
cariñosamente yoyo Voy a relatar algunas de sus “proezas”. Siempre con ojos
vidriosos y dilatados por él uso de enervantes, el Yoyo es un tipo que se la
pasa odiando a todo el mundo y haciendo gala de sus grandes influencias, ya que
su mamita Silvia Garza de Durazo se desvivía constantemente por fomentarle su
absoluta superioridad sobre los demás seres humanos —léase nosotros—, es decir,
cualquiera que no se apellidara Durazo Garza. Con base en esta “educación”, el
Yoyo se recreaba a costa de los demás, sin que hubiera poder que lo apaciguara.
Por lo pronto, se acompañaba mínimamente de dos patrullas de la DIPD con ocho
agentes “escogidos”, o sea, de los más agresivos e impreparados de la
corporación. Su coche debía estar supe reforzado por todas partes, ya que no
admitía que nadie se interpusiera a su paso, pues el que osaba hacerlo se veía
necesariamente embestido por ese “tanque de guerra” disfrazado de automóvil;
además, el muchachito se sentía muy bien apoyado por ocho pistoleros armados
con metra lletas de fabricación alemana y con patrullas reforzadas con defensas
“tumba burros”, las que en un Momento dado arlaban el “golpe de gracia” a quien
se atreviera a protestar contra las arremetidas de su patroncito, ¿A usted no
le tocó enfrentarse con el energúmeno júnior, por ejemplo en el Anillo
Periférico, la vía que usaba diariamente para llegar al Colegio Irlandés, allá
por el rumbo de Tecamachalco? A propósito de! Colegio irlandés, de gran
renombre sobre todo entre nuestros políticos encumbrados, recuerde una anécdota
sobre el Yoyo que revela la animalidad de este sujeto, y al mismo tiempo la
sumisión y el oportunismo de quienes, por una u otra razón, se relacionaban con
el Negro. Un día de junio o julio de 1978, me habló el Yoyo a la oficina de
Durazo:
—Oye
pinche teniente coronel, acabo de desmadrarle el coche a uno de los profesores
de mi escuela, Porque el cabrón reprobó a uno de mis amigos, así es que si se
van a quejar con mi papá, no los dejes pasar. ¿Qué había hecho en realidad el
simpático Yoyo? Pues nada, que cuando el profesor aludido abordó su coche
particular para salir del colegio, el Yoyo lo interceptó con sus ayudantes, y
tomando una de las metralletas se dedicó a romperle vidrios, cofre, carrocería
y llantas, mientras el profesor permanecía preso de angustia en el interior del
vehículo, con los seguros puestos; terminada su gracia, el Yoyo se fue con sus
ayudantes y amigos, jactándose de su proeza. Al día siguiente de los hechos se
presentó en la oficina del Negro Durazo el director del Colegio Irlandés, un
cura (precisamente irlandés) acompañado por el profesor agredido y otros tres
curas también irlandeses, con el objeto de presentar su queja. Le comuniqué al
Negro los motivos de la visita, y me dijo:—Mira pinche flaco, llama a Sahagún y
trae de la caja verde que tengo en el armario de mi privado, 500 000 pesos, y
luego pásame a esos pendejos. Yo esperaba una auténtica reclamación por la
gravedad de los hechos, pero el director del Colegio Irlandés salió con otra
cosa:—Mi general, no sabe la pena que me da molestarlo con estas “naderías”
pero tenemos que preocuparnos por la educación de su hijo “Paquito”, que es tan
brillante.—Mire padre, no hay nada en la vida que no tenga remedio, por lo
pronto ya te ordené al coronel Sahagún, aquí presente, lo compra un automóvil
del año, de la marca y del color que escoja el profesor; y para usted, aquí le
tengo un pequeño óbolo de 500 000 pesos para su colegio, a fin de que nos siga
favoreciendo al impartir educación a nuestros hijos, ya que como usted sabe
nuestras escuelas mexicanas están muy atrasadas y no hay ni señas de que se
pueda componer. El cura irlandés, el profesor agredido y acompañantes se
retiraron del lugar totalmente satisfechos, máxime que Sahagún Baca,
interpretando el sentir de su patrón, ya les había comunicado que en el sótano
les estaban esperando con una televisión a colores de control remoto y unos
aparatos de sonido para cada uno de ellos, como prueba de su afecto. Otra de
las proezas del Yoyo ocurrió cuando se encontraba en su casa del kilómetro 23.5
de la carretera a Cuernavaca, acompañado por sus amigos. Aburrido, sin nada qué
hacer, les ordeno a sus “ayudantes” que detuvieran a los meseros y los
Cocineros para inyectarles coca cola en las regiones glúteas, mientras él y sus
amigos esperaban a ver cómo reaccionaba esa pobre gente. De todo esto podría
informar más ampliamente un mesero apodado el “Grande”, quien actualmente es
jefe del servicio del comedor del general Ramón Mota Sánchez, actual director
de la DGPT. Para otra de sus diversiones favoritas, el Yoyo y sus amigos
mandaban comprar gran cantidad de huevo, y junto con sus amigos ponía un
letrero que decía: péguele al policía. Y después de compartir mariguana,
cocaína y pastillas sicotrópicas rebajadas con Amareto todos se dedicaban a
acribillar con huevos al personal uniformado que se encontraba de guardia en la
casa; obviamente, los policías tenían que soportar esta degradación, so pena de
ser sancionados por la señora Durazo si dejaban de complacer a su “bebé”, como
ella lo llamaba. Sólo en 1979, el intrépido Yoyo mató a un ciclista que se “atravesó”
en su camino, a una viejecita en un tianguis, a la cual embistió a pesar del
gran número de gente que ahí se encontraba, y a un compañero de escuela cuando
se volcó en el Periférico con un automóvil deportivo en el que corría a más de
250 KPH; por supuesto, estos hechos de sangre no tuvieron mayor trascendencia,
gracias a la intervención de papá Durazo. Cuando regresaba de su escuela, acompañado
como siempre de amigos de su misma calaña, otra de sus “gracias” consistía en
ordenar a sus ayudantes que bloquearan con las patrullas a su servicio la
circulación del Anillo Periférico, a la altura del canal 8 de televisión; su
único fin al hacer esto era tener completa libertad para realizar acrobacias en
su motocicleta sport y así quedar bien con una modelo que trabajaba en ese
canal. Obviamente, no le importaba la desesperación e impotencia de las
personas que a esa hora de intenso tráfico quedaban varadas hasta que el Yoyo
terminaba su espectáculo. Pero nadie se atrevía a proferir ninguna queja, ante
la presencia de ocho gorilas vigilantes armados hasta los dientes. Cierta
ocasión en que salía para el puerto de Acapulco, acompañado de sus amigos, el
Yoyo logró suspender un vuelo de Mexicana de Aviación con todos los pasajeros a
bordo, porque con su acostumbrada prepotencia ofendió gravemente a una dama que
iba a abordar el mismo avión; sin embargo, resultó ser la esposa del capitán
del vuelo, quien al enterarse de la “gracia” trató de llamar la atención al
causante, sin saber de quién se trataba. Lo único que logró fue una salvaje
golpiza que le propinaron los ayudantes del Yoyo, teniendo que ser atendido en
un hospital. Ante tal escándalo, los agentes de la Policía Judicial Federal de
Servicios en el Aeropuerto Internacional detuvieron al agresor y a sus
ayudantes, a los que tuvieron que dejar en libertad cuando Durazo tuvo
conocimiento de los hechos. La única reacción de la señora Durazo, al llegar su
“bebé” a Casa después del desaguisado, fue llamarme para decirme:—Mire Pepe, a
mi hijo ningún pistolero barbaján e impreparado de los que usted le pone para
cuidarlo va a causarle un trauma ni a frustrarle su viaje; ordénele a ese
pendejo de Sahagún Baca que mande por el Yoyo y alquile un jet ejecutivo para
que lo lleven al puerto de Acapulco con sus amiguitos. Por supuesto, así se
hizo. Y el Negro por su parte, para justificarse con los dirigentes del
Sindicato de Pilotos de Mexicana de Aviación, los invitó a un desayuno en el comedor
de su despacho y les regaló a todos credenciales de policía y otros presentes.
Así quedó arreglado aquel “pequeño incidente”.
VIII
La Nefasta DIPD de
Sahagún
Quiero
manifestarles que dentro de mi carrera policiaca varias veces serví en c)
entonces Servicio Secreto (transformado posteriormente en División de
Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, DIPD), y siempre me
sentí orgulloso de ello, pues a este cuerpo se le reconocía, incluso a nivel
mundial, por su capacidad en la lucha contra la delincuencia organizada.Hablo,
desde luego, de cuando esta unidad estaba integrada por grandes investigadores
como don Rafael Rocha Cordero, quien a base de méritos propios obtuvo el grado de
coronel y actualmente es subdirector de la Policía Judicial Federal. El,
precisamente cuando Durazo llegó a la DGPT, fue presionado en tal forma que
hubo de renunciar a la dirección de la DIPD, pues dada su reconocida integridad
optó por no prestarse a los malos manejos que le propuso el Negro Durazo; ante
tal oportunidad, éste lo sustituyó por su “colaborador” y cómplice preferido,
el “coronel” Francisco Sahagún Baca. Volviendo a los grandes investigadores con
que en otros tiempos estuvo integrada la recientemente desaparecida DIPD,
podría enumerar a los mayores Roberto Cuevas Aatolín, Rosendo Páramo Aguilar,
—uno de los mejores investigadores de homicidios—; los hermanos Islas Rueda,
Facundo Godínez; Fidel Malpica Urite —uno de los más capaces investigadores
para la localización de vehículos robadas, reconocido en toda la República,
aunque lamentablemente continúa desaprovechado hasta la fecha, y quien también
prefirió solicitar su bala de la DGPT antes de aceptar ser “protector de
robacoches, según se lo propuso Sahagún Baca—; Silvio Brusolo —viejo conocedor
del hampa—; el mayor Jorge Udave —todo un caballero y magnífico detective—; y
tantos más que de momento no vienen a mi memoria, pero todos ellos verdaderos
policías de carrera que tendrán siempre mi reconocimiento y respeto. Sé que
fueron marginados por Durazo a pesar de su gran trayectoria policiaca, porque
él estaba consciente de que con ellos no lograría sus nefastos propósitos:
seguir controlando el tráfico de drogas en el país, el contrabando a gran escala
de productos extranjeros y la realización de todo tipo de actividades delictivas.
Una vez que Durazo y Sahagún lograron nulificar a este personal, colocaron en
sus puestos a los siguientes hampones, todos ellos amplia y tristemente reconocidos
a lo largo de nuestro territorio:
Carlos Bosque Zarazúa, nombrado “mayor” y
jefe de la Brigada Especial que se componía de 16 grupos de 25 agentes, es
decir, un grupo por cada delegación del DF; su consigna principal consistía en
controlar el tráfico de todo tipo de estupefacientes en la metrópoli.
Carlos Arturo Cisneros
Schafer,
especialista en efectuar secuestros y extorsionar a personas pudientes,
principalmente de origen árabe y judío; también lo utilizaron para fabricar
supuestos fraudes en contra de connotados industriales y comerciantes, con lo
que generaba enormes ganancias para sus patrones.
Adrián Carrera Sánchez, uno de los más
funestos colaboradores de Sahagún, quien, entre otras concesiones, tenía la de
controlar aproximadamente a 3 000 doctores y parteras dedicados a practicar legrados
(muchos de los cuales causaron la muerte a sus clientas, quedando impunes estos
homicidios); ellos debían entregar 150 000 pesos mensuales para poder “trabajar”
con toda impunidad. Como dato curioso, sólo por este concepto el dúo Durazo Sahagún
recibía 450 millones de pesos cada mes.
Cabe
hacer notar que el personal comisionado al “Plan Tépito” sólo permanecía un
máximo de tres o cuatro meses en su cargo pues en ese corto tiempo amasaba una
gran fortuna y había que seguir “premiando” otros de los que hubiesen hecho
suficientes “méritos” con Durazo o con Sahagún.
Roberto
Reta Ochoa; jefe de una Brigada Blanca “particular” de Durazo y que “trabajaba”
con toda impunidad a lo largo de todo nuestro territorio, cometiendo un sinfín
de extorsiones y arbitrariedades bajo el pretexto de perseguir a guerrilleros,
aunque la verdad es que para tal fecha éstos ya no existían en el país; para su
operaciones contaba con la complacencia de las autoridades federales, las que
nada podían hacer ante el poder omnipotente que López Portillo había otorgado
al Negro Durazo. Reta Ochoa fue muerto junto con los agentes Valentín Rigoberto
Martínez Cuevas y Gregorio Galván Dorantes, al cometer una de sus tantas
fechorías en la ciudad de Abaxolo, Guanajuato; en ese mismo enfrentamiento,
Francisco Candiam) Zamora resultó gravemente herido (no recuerde si
posteriormente murió). A todos ellos los enterró Durazo con todos los honores
en la ciudad de México, como si hubieran caído en actos heroicos de servicio.
Manuel Cavazos Juárez; era el jefe del
grupo “Zona Rosa”, cuya misión principal era controlar la prostitución y la
venta de todo tipo de estupefacientes en esa área desde luego, extorsionar a
propietarios de restaurantes, bares y cabarets del lugar.
Hubo
muchos más, miles de hampones con negros antecedentes, quienes únicamente se
dedicaron a atracar a la ciudadanía vejándola y extorsionándola con mayor
crueldad cuando no tenía posibilidad alguna de defenderse (pienso en obreros y trabajadores
modestos, así como en gente del campo que tenía la desgracia de llegar a la
capital).
“Eres Buen Ratero,
Pero.”
Todos
los jefes de Brigada de la DIPD tenían que ceder la mitad de sus ganancias a
Sahagún Baca; pero además, para “gastos del patrón” debían entregar 100 000
pesos quincenales. En un principio eran nueve brigadas normales con cuatro
grupos cada una, sin contar la “especial” de las Delegaciones, que debía
entregar 400 000 pesos diarios, más “Plan Tépito” y “Zona Rosa”; asimismo, la
Brigada de Guardia debía entregar para gastos de cocina, bar y “varios” de la
parejita Durazo Sahagún, la cantidad de 50 000 pesos diarios; todo lo cual
hacía. Un total de cuatro millones 500 mil pesos mensuales, independientemente
de lo recaudado en los “grandes golpes”, que pertenecía íntegramente al Negro.
Si algo hay que reconocerle a Durazo es su talento especial para hacerse de
dinero, a costa de lo, que fuera; un ejemplo de ello lo constituye este cambio
de impresiones que tuvo con Sahagún Baca a propósito de las Brigadas: —Pinche
Pancho, eres buen ratero pero no buen administrador, ¿No se te ha ocurrido que
si con nueve brigadas y otra de Delegaciones recaudan cuatro millones
quinientos mil pesos mensuales, por qué no hacer 18 Brigadas y una más de Delegaciones?
Las formas con sólo dos grupos cada una, en lugar de cuatro, y la de
Delegaciones con dos Brigadas de ocho grupos; así, además de doblar las
entradas, recaudarás una cantidad extra por ascender a 10 elementos a jefes de Brigada.
Este ascenso, por cierto, costaba un millón de pesos. Por eso, ni tardo ni
perezoso, Sahagún Baca reconoció su falta de tacto: —Patrón, de veras que soy
pendejo. ¿Qué haría yo sin sus consejos? Por eso lo respeto y lo quiero más que
a mi propio padre. Sería bueno añadir que esta confesión, en la que hasta su
padre salía involucrado, se la hacía Sahagún Baca a todo el que lo quisiera
oír. Y bien, al día siguiente de este ilustrativo diálogo se aumentó el número
de las Brigadas de la DIPD y se “ascendió” a los elementos más capaces$$$, con
lo que se duplicaron las ganancias. Sin embargo, la desmedida ambición del
Negro y Sahagún Baca fue la causa de que murieran varios agentes y jefes de la
DIPD; ya cité el caso de Reta, y ahora describiré otros que viví de cerca.
Una emboscada en
Guerrero
El
tres de octubre de 1979, los diarios informaban de la muerte de cuatro agentes
de la DIPD a manos de traficantes de drogas en la sierra de Guerrero; se
trataba de Juan Ayala Ángeles, Miguel Rodríguez Rodríguez, Carlos Órnelas Rivas
y José Luis Rodríguez Ángeles. Con el fin de localizar y rescatar los cuerpos
de dichos elementos, fui enviado a la sierra junto con el teniente coronel
Reynaldo López Malváez, entonces subdirector de la DIPD, más un grupo de
aproximadamente 30 agentes, todos voluntarios, dado el riesgo que implicaba una
misión de este tipo. Según los antecedentes del caso, resulta que los agentes
habían conocido en la ciudad de México a dos mujeres de la vida galante que “adoptaron”
como amantes. Ellas eran oriundas del Estado de Guerrero y conocían a la
querida de un tal Zenón “N”, quien junto con su gavilla traficaba con drogas en
la sierra del Estado. Las mujeres les propusieron a los agentes trasladarse
hasta Chilpancingo para detener a la amiga de Zenón, pues sabían que por ser
también intermediaria en el tráfico de enervantes, siempre tenía en su domicilio
grandes cantidades de dinero y “mercancía”. Con estos datos, los agentes
pidieron a su jefe inmediato, el “mayor” Adrián Carrera Sánchez, autorización
para actuar, y éste a su vez consiguió el permiso de Sahagún Baca, quien ordeno
que en los informes oficiales se mencionara que el personal iba a Chilpancingo
para recuperar automóviles robados. De ese modo se disfrazaba la verdadera finalidad
(de la misión: descubrir traficantes que no tenían localizados y apoderarse de
su “mercancía”. Una vez en Chilpancingo los agentes decidieron proteger a las
mujeres que los acompañaban haciéndolas aparecer como detenidas, y sin pedir
apoyo a la Policía Judicial del Estado arrestaron inmediatamente a la amante de
Zenón “N” en su propio domicilio: la mujer les propuso la entrega de un millón
de pesos y un kilogramo de heroína que era todo lo que tenía, para que la
soltaran. Ellos aceptaron. Se comunicaron con Adrián Carrera para saber si
Sahagún Baca estaba de acuerdo con su regreso; pero éste con su insaciable sed
de “ganancia”, ordeno que los agentes y las detenidas fueran a la sierra por Zenón
“N”, ya que ahí, seguramente, el botín sería mucho más sustancioso.
Así,
en un acto de absoluta irresponsabilidad, los cuatro agentes y las mujeres se
internaron en lo más abrupto de la sierra guerrerense, a donde sólo se llega
después de 12 horas de camino: siete de ellas atravesando brechas en vehículo,
y cinco más a pie o a caballo. Iban prácticamente inermes, pues sólo llevaban
sus pistolas con una carga de cartuchos (armas inútiles en esos lugares) y una
carabina 30M-1 con sólo 15 proyectiles. En ese tiempo, ni siquiera el Ejército
disponía de vigilancia en aquella zona, pues se concretaba a poner retenes en
algunos accesos al área ir hasta eso, muy retirados del lugar de los hechos.
Obviamente, cuando los agentes llegaron a la parte controlada por el tal Zenón “N”
(su gavilla, según nos informamos, rebasaba los 30 individuos), fueron salvajemente
masacrados. Nosotros al rescatar sus cuerpos, apreciamos que el menos sacrificado
tenía alrededor de 30 balazos de varios calibres. Además, antes de asesinarlos
los habían obligado a cavar su propia tumba: poro logramos encontrar los
cadáveres gracias a que los traficantes dejaron con vida a las mujeres pensando
que los agentes las llevaban detenidas. De no ser por ellas, nunca se hubiera sabido
el fin de esos pobres infelices. Pero estos crímenes, como tantos otros, sólo pueden
deberse a la enfermiza ambición de Durazo y Sahagún Baca.
A la Caza de un “arsenal”
Un
caso similar ocurrió en 1979, en un edificio de la avenida Chapultepec 596,
esquina con Agustín Melgar, frente al Bosque de Chapultepec. Ahí, según
informes “fidedignos”, el “mayor” Bosque Zarazúa había localizado un arsenal
perteneciente a algún grupo subversivo. Sahagún Baca ordeno entonces, sin
previa investigación, que se allanara el domicilio. Para ello, se comisionó al
comandante José de Jesús Cruz Mares y a tres de sus agentes, quienes al tratar
de entrar por la fuerza fueron recibidos a tiros, muriendo instantáneamente los
cuatro. La triste realidad de los hechos la conocí porque esa misma madrugada
Sahagún Baca me Llamo de urgencia, pues me encontraba de guardia:—Don Pepe, nos
acaban de matar a Mares y a tres de sus agentes; acompáñeme al lugar porque creo
que nos metimos en un broncón de la rechingada. Al llegar al edificio
encontramos en las escaleras, casi frente a la puerta de uno de los departamentos,
a los compañeros muertos. De pronto, me di cuenta que en el interior había un
individuo y le disparé de inmediato, hiriéndolo en un brazo; cayó desmayado
sobre una mesa de vidrio, momento que aprovechó Bosque Zarazúa para entrar al
departamento y dispararle, al hombre caído y desarmado, hasta en dos ocasiones,
sin que por fortuna lograra matarlo (qué valiente y buen tirador el “mayor”
Bosque, ¿verdad?); fue entonces cuando escuché los lamentos y los gritos de una
mujer y dos jóvenes que decían:— ¡Asesinos!, ¿por qué quieren matar a mi papa? Me
volví inmediatamente al herido, quien continuaba desmayado, y me Lleve una
terrible sorpresa: era un conocido amigo mío, Gustavo Olguín, gran deportista y
en ese entonces colaborador de Alicia y Margarita López Portillo. Me di cuenta,
además, que no existía tal acopio de armas y explosivos como había informado
Bosque Zarazúa, sino una caja con dos o tres pistolas deportivas, todo lo cual
contaba con la respectiva promoción de la Secretaria de la Defensa, ya que Olguín
practicaba el tiro y, para desgracia del comandante Mares y sus hombres, había demostrado
ser buen tirador. La triste verdad fue que Gustavo Olguín, al sentir con toda
razón que su hogar era arbitrariamente allanado, trató de defender la
integridad de su familia, usando sus armas contra los sujetos que ya habían logrado
destrozar la puerta, sin identificarse en ningún momento como policías, Le di
un informe de lo ocurrido a Sahagún Baca, quien había permanecido mientras
tanto a prudente distancia, dentro de su vehículo.— ¿Está usted seguro de lo
que me está diciendo, don Pepe? Porque si es así, mejor de una vez lo rematamos
y nos quitamos de pendejadas, pues esto va a traer graves consecuencias.— ¡No
la chingue, mi coronel! Le respondí molesto—, Tendríamos que matar a toda la
familia. ¿Y qué justificación podría haber para tal masacre? Sin más remedio,
le llamó a su “patrón” Durazo para comunicarle lo sucedido, y el Negro ordeno
que nos lleváramos a Gustavo Olguín y a toda su familia al “corralón” de
Tlaxcoaque, donde hay un puesto de socorro. Mientras tanto, él se comunicaba a
Los Pinos con Margarita López Portillo. Cuando Gustavo Olguín era atendido,
Durazo se presentó nada menos que con Doña Margarita. Luego de una breve
conferencia entre ellos, Sahagún Baca me llamó: —Mire don Pepe, esto hay que
tratarlo con discreción. No lleve a ningún agente; sólo el “coronel” .Mantecón,
usted y yo vamos a llevar a este cabrón al hospital “Santa Elena” para quesea atendido.
Pasadas las cinco de la madrugada, Olguín fue intervenido y colocado en un
cubículo de terapia intensiva, Sahagún Baca decidió retirarse:—Ahí” lo dejo, don
Pepe; lo hago responsable de que este pincho homicida permanezca aquí, hasta
que el señor Presidente ordene lo que debemos hacer. Al rato le mando refuerzos.
Sí, llegaron los refuerzos, pero hasta el otro día. Mientras tanto, pasé verdaderos
momentos de angustia, porque la esposa y los hijos de Gustavo me estuvieron insultando
todo el tiempo; además, con toda razón. Pero él nunca me reconoció,
afortunadamente, por el Estado tan penoso en que se encontraba. Incluso, en un
momento dado se presentaron miembros del Estado Mayor Presidencial diciendo que
por ordenes de Alicia López Portillo se llevarían al lesionado; pero yo lo
impedí, excediéndome en el cumplimiento de las órdenes recibidas, pues como vi
que eran demasiados, le apunté al herido con mi pistola y le dije a quien
estaba al mando:—Mire oficial, usted como militar está acostumbrado a cumplir órdenes;
por eso, usted comprenderá que yo también como policía sé cumplirlas. En este
caso hay cuatro muertos, y se me ordeno que el herido permanezca aquí hasta que
mis superiores no decidan lo contrario. Pero si usted quiere hacerlo de otro modo,
aquí nos lleva la chingada a todos, y el primero que se va a morir es este
cabrón (perdón, Gustavo Olguín).No es difícil imaginar los improperios que
recibí en ese momento por parte de la esposa y los hijos de Olguín, quienes
además suplicaban a los elementos del Estado Mayor Presidencial: — ¡Rescátenlo
de manos de ese asesino, por favor! Afortunadamente, hizo su aparición el
secretario particular de Alicia López Portillo, Carlos García Sancho, quien me
reconoció al instante y ordeno: —Señores, el teniente coronel José González
sólo está cumpliendo órdenes, aquí no va a pasar nada hasta que no recibamos
instrucciones superiores; luego se volvió a mí y me dijo: —No te preocupes mi
Pepe, aquí no va a pasar nada, cumple con tu deber. Le agradecí su intervención
y esperé hasta que fui relevado, cosa que sucedió mucho tiempo después, cuando
llegó Bosque Zarazúa con 20 agentes; vi que tomaba por asalto el hospital, como
era su costumbre, y sólo me concreté a mentarle la madre, y me retiré del lugar.
¿Qué pasó después? Yo me pregunto lo mismo, pues me enteré que Gustavo Olguín
había quedado libre, con toda justicia. Los muertos fueron debidamente enterrados
y todos contentos, con Sahagún Baca y Bosque Zarazúa “trabajando” en bien de la
ciudadanía. Sólo espero que sí Gustavo Olguín llega a leer estas líneas, me disculpe
y trate de comprender, aunque seguramente le será muy difícil, mi participación
en este vergonzoso caso.
El Caso Sulaimán
Seguramente
usted recordará que el mes de agosto de 1982 los medios de comunicación
conmovieron a la opinión pública, porque el Negro Durazo y Francisco Sahagún
Baca dieron a conocer la captura de un gran “saqueador” de nuestras riquezas
arqueológicas, al que presentaron con lujo de prepotencia y heroísmo; se
trataba del licenciado José Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo
(CMB).A propósito de éste tan sonado caso, me voy a permitir exponer la triste
realidad de lo ocurrido, haciendo la observación de que todo se debió a la
inestabilidad mental del Negro Durazo y Sahagún Baca, acrecentada por los
excesos en la combinación de droga y alcohol, misma que les hizo arruinar al licenciado
Ferrer Mac Gregor y casi acabar con deshonestos trabajadores León Sandoval
Tableros y Javier Pérez Mancera. Sahagún Baca estaba, por esas fechas, en una
de sus clásicas y continuas reuniones en su priva de, acompañado por gente del
medio artístico y señoras de la vida galante, ingiriendo grandes cantidades de
alcohol acompañadas con inhalaciones de cocaína y cigarros de vacerola; de
pronto me mandó llamar y me dijo: —Mire don Pepe, por unanimidad mis invitados
y yo pensamos que ese tal Sulaimán es un pinche payaso, así que lo vamos a
poner en orden organizándole un gran pedo. Ahorita me están informando que en
su domicilio particular tiene una gran colección de piezas arqueológicas, y con
ese pretexto hay que detenerlo, para acusarlo de robo a la Nación y lo que
resulte. Quiero balarle los humos. Traté de explicarle que en esas condiciones
nosotros no podíamos intervenir legalmente, ya que era un asunto de carácter
federal; además, le dije que según mi opinión no existía delito; si el señor
Sulaimán tenía las piezas como coleccionista, y no había antecedentes de que
intentara sacarlas del país o venderlas, en caso de que no las tuviera
registradas ante las autoridades correspondientes, sólo incurría a lo máximo en
una omisión. No en un delito. En ese momento se presentó a la “fiesta” el Negro
Durazo quien al oír parte de mi perorata, preguntó: — ¿Qué tanto niega este
pendejo, Pancho? Sahagún Baca le explicó a grandes rasgos en qué consistía el asunto,
y el Negro se volvió furioso hacia mí:-Sácate de aquí, pendejo, las leyes las
hago yo; y para mañana tengo en los separos a ese cabrón. Efectivamente así
ocurrió, para satisfacción de las amistades de Sahagún Baca. Por fortuna, y no
obstante el giro sensacionalista que Durazo quiso darle al asunto, el señor
José Sulaimán logró demostrar su inocencia ante las autoridades competentes,
reivindicándose ante una acusación inventada. Pero cabe preguntar, ¿cuántos
otros no pudieron ponerse a salvo de las “ocurrencias” del Negro y sus
secuaces? ¿Cuántos siguen todavía encerrados, pagando condenas por no haberse ajustado
a las pretensiones de Durazo y compañía?
El Caso de los Muertos
del rio Tula
A
principios de julio de 1982, el reportero Ignacio Ramírez del semanario Proceso
tuvo una entrevista con Durazo en el despacho de éste; le preguntó sobre la
muerte violenta de 14 individuos, al parecer sudamericanos ilegales en el país,
cuya actividad era la de “asaltabancos”, asunto en el que la opinión pública lo
involucraba. Estas fueron las respuestas de Durazo: —Es un “boleto” que no me
competía ni me compete a mí. Todas las policías estamos trabajando en eso. —Dice
usted que sigue la investigación del caso Tula. —Eso sigue y tiene que salir.
No puede quedar pendiente. Sabemos cómo anda la cosa más o menos. — ¿Cómo anda
la cosa?—La conclusión es ésta: fue un broncón entre gente subversiva, como un
reto entre sí, además por la manera asquerosa como los aventaron al río. A este
respecto, me permito exponer la realidad de los lechos según yo la viví: Era conocido
de todas las corporaciones policiacas el lecho de que Sahagún Baca, con
autorización de Durazo, protegía junto con sus hombres de confianza (Carlos
Bosque, Carlos Arturo Cisneros, Adrian Carrera y otros) a delincuentes
sudamericanos que ingresaban al país en forma ilegal; éstos carecían de antecedentes
en los cuerpos policiacos y eso les permitía operar con mayor seguridad.
Contando con la protección de Sahagún Baca, dichos maleantes formaron bandas
para efectuar robos a gran escala en la industria, casas habitación, y
principalmente en instituciones bancarias, siendo la banda de los “muertos del
río Tula” la más activa de esos grupos; se calcula que sólo de los asaltos
bancarios que llevaron a cabo durante los últimos meses de su actividad
delictiva lograron un botín superior a los 180 millones de pesos. Como ya
estaba próximo el cambio de administración en el gobierno, Durazo y Sahagún
Baca, acostumbrados ya a su prepotencia con impunidad absolutas, gracias al
inexplicable apoyo que les daba López Portillo, acordaron primero “calentar” a
los delincuentes y quitarles el botín; esto último obviamente deben haberlo logrado,
sólo que también decidieron eliminarlos. Sabían que ninguno de ellos tenía antecedentes
en el país y nadie los reclamaría. Además, al “borrarlos del mapa” no correrían
el riesgo de que posteriormente fueran detenidos por otras policías y
confesaran sus nexos con la DIPD. Al principio todo les salió bien, pero no
contaron con el detalle de que entre los 14 “muertitos” estaba incluido un
taxista mexicano, Armando Magallón Pérez, quien participaba en los lechos
delictuosos de los sudamericanos, dado que conocía perfectamente la ciudad;
este hombre fue identificado por su señora madre y un hermano, quienes
manifestaron que la última vez lo habían visto acompañado de un “grupo de
turistas colombianos”. Pero la mamá y el hermano también dijeron que varias
veces Armando Magallón había sido detenido por agentes que decían pertenecer a
la DIPD, aunque siempre lo dejaban en libertad sin mayores problemas. Pero al correrse
el rumor en la prensa de que el crimen había sido cometido por policías, la
madre de Armando Magallón se presentó en la Oficina de Inspección General de la
DIPD, de la cual yo era subjefe en ese momento, solicitando acceso a los ficheros
de los agentes para ver si reconocía a los que con frecuencia detenían a su
hijo. Durante la revisión de las fotografías noté que la señora se ponía muy
nerviosa, y al rato me dijo:—Aquí hay tres que se parecen mucho a los que iban
por Armando. Como en ese momento había en la oficina personal incondicional de
Sahagún Baca, pensando un el riesgo que corría la señora le dije que se fuera
de allí rápidamente y levantara un acta:—De preferencia recurra a la policía
federal de seguridad para que la proteja, pues se encuentra usted en peligro de
que la maten si éstos se dan cuenta de que ha identificado a personal de la corporación.
Y no la volví a ver.
En
este caso no me quedó duda, porque vi los cadáveres de los delincuentes y
tenían señales inequívocas de haber sido torturados con procedimientos
policiacos; asimismo, tenían las marcas de las vendas que les habían colocado
en los ojos y en las manos para amarrarlos, así como los certeros disparos que les
hicieron para matarlos. Sin embargo, y de seguro por consignas autorizadas,
ninguna corporación policiaca investigó el asunto.
Nerón Tocaba su
Guitarra
Mientras
en las calles de la ciudad de México, y en algunos casos en el interior de la
República, morían agentes policiacos y civiles inocentes en actos fuera de la
ley; mientras la ciudadanía sufría constantes y arteras agresiones personajes y
a sus bienes, sin que hubiera término a extorsiones y vejaciones constantes por
parte del personal de la DGPT,
Sahagún Baca se preocupaba por debutar como “compositor” en el festival OTI,
versión 1982.Sin lira, pero sí con guitarra, se dio cuenta de que su privado
era insuficiente para recibir a la pléyade de cantantes y compositores que se
afanaba en asesorarlo; así que mandó construir un lujoso restaurante bar al que
denominó “El Perro Negro” (en honor de la colina que ustedes saben), ubicado en
la colonia Postal. El chistecito le costó más de 25 millones de pesos, y el día
de la inauguración pasó ahí revista casi la totalidad de los artistas y
luminarias del cine nacional, entre los que estaban Mario Moreno “Cantinflas” y
Marta Félix. Obviamente, todos estos aparatosos preparativos contaban con el
aplauso del Negro Durazo, quien no vacilaba en decirle a López Portillo y a otras
amistades:
—Vieran
qué inspirado es este cabrón Pancho; va a ser el primer policía que triunfe en
el festival OTI. Lo que pasaba en realidad, es que los cantantes y compositores
que lo “asesoraban” capitalizaban esta faceta de Sahagún Baca porque así tenían
garantizado el abasto de cocaína y marihuana, sin contar las grandes sumas de
dinero que les podían caer y la impunidad; pues eran generosamente dotados de credenciales
de la policía, con grados de capitán para arriba. Pero a fuerza de ser sinceros,
las reuniones causaban tristeza, ya que tanto Sahagún Baca como sus invitados
participaban en ellas completamente drogados y alcoholizados. Así permanecían
hasta 48 y 72 horas continuas, garabateando ridículas letras para canciones que
todos festejaban jubilosamente, creyendo verlas convertidas en grandes éxitos;
pero como después de estas orgías ninguno de los asistentes se volvía a acordar
de las grandes “composiciones”, había que repetir la fiesta para nuevamente
conseguir “inspiración”. No obstante, Sahagún Baca vio coronados sus esfuerzos,
pues entre varios cantantes, entre ellos Pepe Jara, le hicieron creer en sus
grandes dotes de “compositor”. Fue el propio Pepe Jara quien, apoyado por una
gran publicidad, defendió la “canción” en el Festival OTI de 1982; para
desgracia de Sahagún Baca y seguidores, y a pesar de los gastos e influencias
puestos en juego, la “canción cita” no logró calificar. ¡Cuánta podredumbre y
prepotencia! ¡Y todo, con el beneplácito
de José López, Portillo!
“Contacto” en la DIPD
Ya
hice referencia a la forma en que Durazo y Sahagún Baca implantaron como
obligación de los agentes de la DIPD el consumo de cocaína que, por supuesto,
ellos les vendían. El medio que usaron para establecer este otro sistema de
explotación fueron los jefes de Brigada, quienes “voluntariamente” tenían que
adquirir la droga para poner el ejemplo entre sus subordinados.
Recordemos
que en ese tiempo la cocaína pura costaba, a precio de distribuidor, 80 y 90
000 pesos la onza. Así que, como ya dijimos, cada uno de los 11 o 12 jefes “elegidos”
teníamos que entregar una “cooperación” personal de 50 o 60 000 pesos
semanales. Como dato curioso, sería bueno aclarar que esta pequeña venta dejaba
ganancias por más de tres millones de pesos; es decir, sólo a nivel de jefes.
Así pues, para recuperar desahogadamente la inversión, Sahagún Baca ordenaba
que la droga se distribuyera entre el personal de agentes, obviamente “rebajada”
(recuérdese que la coca pura soporta hasta cuatro “cortes” sin perder
totalmente su efectividad), a fin de permitir que los jefes de Brigada y
comandantes obtuvieran sus ganancias. De esa manera la inversión se
cuadruplicaba. Por todo esto, había pequeños laboratorios en casi todas las
oficinas de jefes y comandantes; así podían comprobar la pureza de la droga y
adulterarla sin que perdiera su “poder”. Una vez adulterada, la cocaína era
vendida entre todo el personal, lo que ocasionó que en poco tiempo la mayoría
de los agentes se hicieran adictos; tanto así, que le rogaban a sus jefes les
proporcionaran más droga cuando se les terminaba, sin importarles lo que
hubiera que pagar Atento a esto, Sahagún Baca creaba en determinados momentos,
una escasez ficticia. Y cuando la “mercancía” llegaba nuevamente al “Mercado”,
se vendía en mayor cantidad y a mayor precio.
La ley de la oferta y
la demanda, ¿o no?
Un
excelente complemento de la cocaína, lo constituyen las bebidas alcohólicas (coñac
o brandy, de preferencia), pues si se inhala sola provoca tremendas resequedades
en la garganta, la lengua y la boca, sin que el agua o ningún otro líquido
semejante las pueda aliviar. Está acostumbrada combinación les dará la
respuesta cuando ustedes se pregunten el por qué de tantos abusos y desmanes
por parte de los elementos de la DIPD
en el “cumplimiento de su deber”.
Lo que saque la mano
Otra
de las cosas que no se le puede negar a Durazo es su sentido (involuntario) del
humor ni sus afortunados y oportunos —aunque crueles— “puntachos”. Un día, allá
por 1978, el Negro llegaba a la DGPT, cuando se dio cuenta que Sahagún Baca lo
estaba esperando, como siempre, en el estacionamiento del sótano; le abrió
solícito la portezuela y le comentó, con cara de niño contento:—Patrón, le
tengo una gran sorpresa. Evitamos el robo de una camioneta de “Cometra”, pero
aunque los presuntos responsables se nos dieron a la fuga, logramos recuperar dentro
de uno de los automóviles que se usaron para el atraco, sobres con sueldos de
los empleados del DDF. —Eres cabrón, pinche Pancho —le contestó el Negro.
Y
luego de “felicitarlo” de este modo, me ordeno que llevara las tres bolsas de
sobres a su privado. Después de desayunar, en su comedor de la DGPT, fue a ver
las bolsas y empezó a revisar el contenido; entonces, esbozando una
maquiavélica sonrisa, me preguntó: — ¿Cómo andas de “lana”, pinche flaco?
Porque te veo medio jodido; tírale un manotazo a las bolsas y lo que saque la
mano, nada más, eso es para ti. Únicamente que cuando saques el dinero de los
sobres, rompe los recibos, no vayan a aparecer luego por ahí y nos metan al bote.
Con una de sus grandes risotadas festejó la última frase. Desde entonces, hasta
que se agotó el contenido de los sacos, lo cual sumaba varios millones de
pesos, el Negro encontró la diversión ideal para recrearse con todas las “damas”
que pasaban a su privado, pues al grito de “órale vieja, lo que saque la manita
es para ti”, gozaba ampliamente al verlas abalanzarse sobre el dinero. Eso sí,
estaba pendiente de lo que pudiera venir: —Oye flaco, que no se vayan a llevar
ningún recibo estas pinches viejas. ¿Cómo la ven desde ahí, mis queridos y
nunca bien ponderados burócratas?
IX
Así dan Ganas de ser Financiero
al
ponerme a analizar y calcular las “entradas” que logró Durazo, con la
complacencia de José López Portillo, no pude más que dar cauce a mis complejos de
financiero, por lo que me permití reunir las siguientes cifras, para cuyo total
no encontró espacio en mi pequeña sumadora:
Área Venustiano Carranza Mensual
|
|
|
Aquí se incluye la
zona de “La Merced”, obviamente antes de ser trasladadas sus bodegas a la
Central de Abastos; redituaban un millón de pesos diarios, ti decir, una
cantidad mensual de:
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……………………
|
$ 30 000 000
|
los Siete
“corralones”, llenos a su máxima capacidad por decreto del Negro: 150 000
pesos por cada uno; por todos, un millón 50 mil pesos. Y mensuales:
|
……………………
|
$ 31 500 000
|
Dirección de Autotransportes y
estacionamientos
|
|
|
Ahí Infraccionaba,
calificaba y cobraba, sin dar la participación correspondiente a la Tesorería
del Distrito Federal; además se concedían permisos a taxis tolerados y placas
para taxi y permisos especiales de carga. Hay que contar ademas, los 1000
pesos que cada uno de los 100 000 inspectores “aportaba” diariamente para
salir a “trabajar”, todo lo cual daba ganancias mensuales por:
|
……………………
|
$ 30 000 000
|
Policía
Bancaria e Industrial
Entregaba 100 centenarios mensuales (cuyo valor es de 50 000 pesos cada uno) que
hacen un total de:
|
……………………
|
$ 5 000 000
|
Policía
auxiliar
Entregaba 200 centenarios mensuales; Total
en 30 días:
|
……………………
|
$ 10 000 000
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Dirección de Servicios al Público
Estas oficinas realizaban, entre otras operaciones: control de vehículos, licencias
para manejar, inspección de vehículos, antecedentes penales y otras, que
dejaban ganancias mensuales por:
|
……………………
|
$ 50 000 000
|
Policía
uniformada
Quince áreas, una por cada Delegación
Política de la policía uniformada, cada una de las cuales generaba un
promedio mensual de:
|
……………………
|
$ 15 000 000
|
Placas
Dos temporada de cambio de placas le
redituaban mil 600 millones de pesos cada una:
|
……………………
|
$ 3 200 000 000
|
Colegio
de Policía
Esta Institución educativa tenía que Entregarle:
|
……………………
|
$ 1 000 000
|
Oficina
Técnica de Seguridad Urbana
Un total de:
|
……………………
|
$ 6 000 000
|
Brigada
de Grúas y Mini grúas
Algo así como:
|
……………………
|
$ 10 000 000
|
Brigada
Mixta Vial
Aproximadamente:
|
……………………
|
$4 000 000
|
Control
de Contaminación Ambiental y Centros de medición y Diagnóstico
Un total de:
|
……………………
|
$ 8 000 000
|
Oficina de Personal, Altas y Ascensos
Un total de:
|
……………………
|
$ 1 000 000
|
Sueldos
Dos mil sobres de sueldos pendientes Baja:
|
……………………
|
$40 000 000
|
Vales
de gasolina
Rebajas de cinco litros por vales de
gasolina u cada una de las unidades al servicio de In DGPT, Contando a 12
pesos el litro:
TOTAL MENSUAL
|
……………………
……………………
|
$6 840 000
$ 726 340 000
|
Si
este total mensual lo traducimos en letras, quiere decir: setecientos
veintiséis millones, tres cientos cuarenta mi! pesos; mismos que al año se
convertían en; $ 8 716 080 000. Leyó usted bien: ocho mil setecientos dieciséis
millones, ochenta mil pesos. Y si a esta cantidad la multiplicamos por cinco
años, considerando que el primero fue de ajustes y control en la DGPT, sabremos
que el Ne gro se embolsó algo así como: 46 mil 780 millones 400 mil pesos.
Bonita cantidad que me permito poner con letra, una vez más, para que no se le
olvide: cuarenta y seis mil setecientos ochenta millones, cuatrocientos mil (ahora
muy devaluados) pesos, Aún falta agregar los “ganancias” de la DIPD, para cuyo
cálculo me declaro incompetente, pues como ustedes recordarán, sólo por el
control de médicos clandestinos se recogían 450 000 000 (cuatrocientos
cincuenta millones) de pesos mensuales; por “colaboraciones” de los jefes de
Brigada para gastos de los “patrones”, 9 000 000 (nueve millones) de pesos
mensuales; imagínese las cantidades que dejaba el control de tráfico de drogas,
el contrabando, la “protección” de asaltabancos, etcétera. Pero hay más
todavía: falta calcular el monto de casi la totalidad del presupuesto asignado
a la DGPT, y que manejó Durazo a su antojo sin adquirir más que una mínima
parte de los artículos necesarios para el servicio, como son llantas,
refacciones, uniformes, zapatos, placas, credenciales, pintura, etcétera; pues
como quedó establecido, estos gastos siempre corrieron por cuenta del personal.
Y como mencionaba antes, con una frase que le robé a un hombre de toda mi
estimación y respeto: ¡qué chulada de país tenemos! ¿O no, mis queridos
conciudadanos? Sigo sin entender cómo con estos grandes financieros en el gobierno,
tenemos una deuda externa tan grande, pues en última instancia uno solo de
ellos casi podría cubrirla sin quedarse pobre.
Como Dice el Cuento:
“Aquí la va a Pagar el más Pendejo”
“¿Y
yo por qué?”, pregunta la mayor parte de los policías que tiene de 15 a 25 o
más años de servicio, ya que al cambio de gobierno, el objetivo principal fue: “¡Chinguen
a los cuerpos de seguridad!” ¿Por qué no a Durazo y su gavilla o a López
Portillo y su camarilla? o los que la deban, en última instancia. Pero no: hay
que perjudicar a todos los policías, cuya inmensa mayoría siempre ha tenido que
“bailar al son que le tocan”, so pena de ser agredida. Con esa consigna
llegaron los militares nuevamente a la policía, buscando rescatar el baluarte
que perdieron con Durazo y tratando de desquitarse de las ofensas que les hizo
durante su gestión (las cuales, por cierto no reclamaron en su momento); ahora
buscan desquite con los policías de carrera que no teníamos ninguna culpa en el
asunto. Bajo esta tónica, el personal de policía con antigüedad y capacidad,
sin calificar o evaluar su experiencia o méritos acumulados durante su carrera,
fue inmediatamente retirado del servicio en la vía pública y recluido en las
distintas oficinas de la DGPT. Incluso, a todo el personal le cambiaron los grados
(para diferenciarlos con los del Ejército), pues los militares siguen ofendidos
por el uso que les dio Durazo con la complacencia de López Portillo; pero cuando
al Negro lo convirtieron en “general de división”, tampoco reclamaron. Estas diferencias
han ocasionado, como es obvio, que de un día para otro la ciudad haya quedado a
merced del hampa. Además, con todo el respeto que me merecen los miembros de
nuestro glorioso Ejército, les están pagando por aprender a ser policías, a costa
del erario (ya que también cobran en la Secretaría de la Defensa Nacional) y
del sufrimiento de la ciudadanía. Y para muestra basta un botón: en un lapso
que va del 13 de diciembre de 1982 al 27 de julio de 1983, fueron asaltados
sólo en el DF 35 bancos, que dejaron un botín de 158 573 700 (ciento
cincuentaiocho millones, quinientos setentaitrés mil setecientos) pesos. Eso,
sin contar los asaltos a la industria y comercio organizados; o lo que es peor,
a casas habitación, donde los hampones se ensañan matando y robando impunemente
a la ciudadanía. Mientras tanto, en las oficinas de la Policía permanecen haciendo
“estudios” —que además nunca son aceptados por el general de división Ramón
Mota Sánchez— un promedio de 18 coroneles, 25 tenientes coroneles y otros tantos
mayores, más un sinfín de oficiales conocedores de los problemas urbanos; pero
también están causando una doble erogación: la de los policías “en la banca” y
la de los militares en funciones de policías.
Una Gota más....
Me
he permitido agregar, para que ustedes puedan comparar cifras y sacar sus
conclusiones personales sobre las actividades del Negro y su gavilla, una lista
de los presupuestos que durante el sexenio de López Portillo fueron destinados,
año con año, al DDF y a la DGPT; aparte de las cantidades, también estoy mencionando
cuáles fueron las metas que se perseguían al aprobarse dichos presupuestos. Año 1977 Presupuesto para el DDF…………….23
452 320 000 pesos. Presupuesto para la DGPT……………. 1 504 405 215 pesos.
Entre las metas por alcanzar, estaban: Optimización de la vigilancia en las
zonas críticas de la ciudad, brindando protección a 10 millones de habitantes
en su persona, en sus bienes y en sus derechos; todo esto, en un área de 1 500
kilómetros cuadrados. Control del tránsito de vehículos y peatones en los 14
000 cruceros existentes. Expedición de 750 000 licencias de conducir. Control y
registro de un millón 665 mil vehículos. Y expedición de 250 000 cartas de antecedentes
penales. De la manera en que se manejó todo esto y de las extorsiones que hubo,
únicamente los sufridos ciudadanos podrán hablar y contar. Año 1978 Presupuesto para el DDF……………..29 461 093 000 pesos.
Presupuesto para la DGPT…………….1 910 209 538 pesos. Las metas que se perseguían
eran las siguientes: Procurar mayor vigilancia en los 14 000 cruceros de la
ciudad, para que sea más fluido el tránsito. Registrar un millón 800 mil nuevos
vehículos automotores, tanto de la ciudad como de los Estados vecinos. Vigilar
las nuevas zonas comerciales y las concentraciones de gente en los centros
urbanos de transportación. Lograr que los 1 099 elementos de la policía estén asignados
en los puntos críticos, para dar el máximo de seguridad a la población.
Localizar personas u objetos robadas o extraviadas, y complementar las órdenes
de presentación solicitadas o requeridas por las autoridades competentes.
Prestar auxilio a la población en casos de desastre y en bancos, centros
comerciales, cines, teatros, parques y jardines, para lo cual se disponía de 2
276 agentes. Dar a conocer al ciudadano el reglamento de tránsito, mediante
campañas de educación vial. Optimizar los procedimientos administrativos de los
servicios públicos, reduciendo tiempo para su obtención: Trámite de registro y Control de vehículos…………………..… 600 000
solicitudes.Expedición de licencias……………….… 750 000 solicitudes. Permisos para
cuestiones menores……….40 000 solicitudes. Además, coordinar la desconcentración
de los servicios públicos en las Delegaciones políticas, para una mayor
atención al público. En éste, como en el caso anterior, toca a los lectores
hacer los mejore comentarios. Año 1979 Presupuesto
para el DDF……………..38 594 179 000 pesos. Presupuesto para la DGPT…………….2 173 577
754 pesos. Metas perseguidas: Mantener la seguridad y el orden público,
prevenir In realización de delitos y hacer respetar la moral y las buenas
costumbres, así como auxiliar al Ministerio Público. Procurar mayor vigilancia
en 15 680 cruceros de la ciudad, para que sea más fluido el tránsito. Registrar
dos millones 16 mil nuevos vehículos automotores, tanto de la ciudad como de
las entidades vecinas. Vigilar las nuevas zonas comerciales y las
concentraciones de gente en los centros urbanos de transportación. Lograr que
un total de 1 099 elementos (los mismos que el año anterior), estén asignados
en los puntos críticos, para dar el máximo de seguridad a la ciudadanía.
Localizar personas u objetos robados o extraviados. Y complementar las órdenes
de presentación solicitadas por las autoridades competentes. Prestar auxilio a
la población civil mediante 2 550 agentes, en casos de desastre y en bancos,
centros comerciales, cines y teatros, parques, y jardines. Dar a conocer a la
ciudadanía el reglamento de tránsito, a través de campañas de educación vial.
Optimizar los procedimientos administrativos, reduciendo tiempo para su
obtención. En este punto, sólo me gustaría preguntar: ¿el Negro Durazo, Sahagún
Baca y demás secuaces, estaban realmente capacitados para mantener la seguridad
y el orden público, prevenir la realización de delitos y hacer respetar la
moral y las buenas costumbres?
Ustedes
tienen la respuesta Año 1980 Presupuesto para el DDF……………………65 363 000 000 pesos.
Presupuesto para la DGPT……………………3 244 196 000 pesos. En cuanto a las nietas
trazadas, podemos hablar de: Prevenir y conservar el orden público. Reforzar el
servicio contra incendios. Proporcionar imagen urbana, saneamiento ambiental y
limpieza. Atender la semaforización y la señalización. Fijar una estación de
medición y diagnóstico. Adquirir infraestructura y equipamiento para la vialidad.
Sin comentarios. Año 1981 Presupuesto para el DDF………….…105 180 600 000 pesos.
Presupuesto para la DGPT………………3843 495 000 pesos. Metas: Preservar la
seguridad y el orden público. Aplicar y hacer cumplir las leyes. Optimizar la
vigilancia policiaca, haciendo de ésta una verdadera muestra de honestidad, que
oriente y entienda al ciudadano prestándole toda su colaboración y entusiasmo.
Ya ni la burla perdonaba el Negro Durazo; pero a estas alturas del sexenio
había llegado ni colmo de la desfachatez. Obviamente, porque se sentía respaldado. Año
1982 Presupuesto para el DDF…………….
1144 552 107 000 pesos. Presupuesto para la DGPT…………………5713 113 000 pesos. Las metas a lograr eran las mismas
del año anterior. Y así, en medio de constantes llamadas de alarma por lo que
pasaba en la dirección de la DGPI terminó el sexenio para ventura y alivio de
los ciudadanos. Y el Negro Durazo (al igual que su compinche Sahagún Baca) huía
junto con su gran amigo y protector José López Portillo más allá de nuestras
fronteras, dejando un lastre de podredumbre y corrupción, du prepotencia y de escándalo.
Obviamente, no le importa el juicio de la historia; y menos el de los mexicanos:
usted, yo, nosotros, los de “la solución somos todos”...
HOLA! SABES ESTOY INTERESADO EN CONTACTAR AL HIJO DEL NEGRO DURAZO...
ResponderEliminarTENGO UN PROYECTO QUE QUIZAS PUEDA INTERESARLE...
ZAZ!
EL PRI EMPEZANDO...
ResponderEliminarNo sabes la verdadera realidad si no fuiste DIPO jajajajaja estas loco
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