INDIOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO S. XVI-XVII PARTE3
señaló que en caso de morir en la ciudad su “cuerpo sea sepultado en la
iglesia y convento del Señor San
Juan de Dios u en
otra iglesia y convento que a mis albaceas
pareciere” (como ocurrió
en los primeros días del mes de septiembre
de 1652).24 Además especificó
que tenía obligaciones con otras instituciones religiosas en la ciudad, como se
comprobó después de su muerte,
en que se presentaron los dominicos para reclamar la limosna de cien misas que se había obligado a dar.25 Su hijo, Juan Lázaro,
continuó con esta práctica y sus vínculos
con las instituciones de la ciudad
eran evidentes cuando
redactó su testamen-
to,
en 1686, donde pidió que “se den de limosna a las hermanitas
de nuestra Señora de los Remedios
y Guadalupe, extramuros
de México, dos reales a cada una y se
paguen de mis
bienes”.26
Los gobernadores se auxiliaban en los funcionarios menores para
cumplir con las demandas y realizar todas las transacciones relacio- nadas con el abasto a la ciudad, por lo que es importante considerar
que
además de los principales
había un amplio sector de la sociedad rural que se trasladaba
a la ciudad. Por ejemplo, la cabecera de Tlal- manalco estaba obligada a enviar
maíz al Hospital Real de Indios,
para lo cual el gobernador, aparte de enviar el producto al embarcadero,
comisionaba a los funcionarios menores para asegurarse del traslado y recoger las cartas en que se firmaban estas entregas,
que eran guar-
dadas y entregadas
a su sucesor.
Una ordenanza de 1553 especificaba
la obligación
de los principales de servir como mensajeros por lo que
su contacto con los diferentes
sectores de la sociedad capitalina era
constante.27
l`histoire du Mexique.
Catalogue raisonné de la collection de M.E. Eugène
Goupil (ancienne collec- tion J.M. Aubin). Manuscrits figuratif et autres sur papier indigène
d`agave mexicana et sur papier européen
antérieur et postérieur a la conquête
du Mexique (xVI siècle). Avec une
introduction de M. E. Eugène Goupil, Paris, Ernest Leroux Éditeur, 1891, 2v. y atlas de do-
cumentos.
24 “En la ciudad de México, en seis días del mes de septiembre de mil y seiscientos y cincuenta y dos años, ante mí el escribano
y testigo el padre fray Pedro Benitez Camacho, vicario de la capilla de los indios
de San José fundada en el convento
del señor San Francisco desta dicha ciudad a quien doy fe que conozco,
otorgó ha recibido
de Alonso de Caraballar,
vecino de la provincia de Chalco como albacea de don Juan de Galicia,
indio cacique del pueblo de Tlalmanalco difunto, veinte y cuatro pesos en reales por los derechos
que se deben
del
entierro y sepultura
del dicho difunto que se hizo en la iglesia del señor San Juan de Dios,
y tres ministros que fueron
revestidos con cruz alta, y los cantores
que envió de la dicha ca- pilla de San José, y tres velas que dieron a los dichos tres ministros de a media libra cada una, AgN, Tierras, v. 1768, f. 101-110, 105.
25 AgN, Tierras, v. 1768, f. 105.
26 AgN, Tierras, v. 1768, exp. 1, f. 113, 113v.
27 Juan Manuel Pérez zeballos, El gobierno indígena
colonial en Xochimilco”, en
Pablo
yanes (coord.),
Urbi indiano. La larga marcha a la ciudad
diversa, México,
Universidad Autóno-
ma de la Ciudad de México,
2005, p. 34.
Los desplazamientos masivos
Además de los desplazamientos individuales que formaban
parte de los flujos cotidianos, hubo otros que obedecieron a políticas
que in- fluyeron
en el traslado masivo. El movimiento de la población
rural hacia la ciudad de México en la época colonial estuvo marcado por
diversos factores que propiciaron el flujo de la población. Sin duda, las epidemias, las congregaciones, el despojo de tierras, las frecuentes crisis agrícolas y el sistema
de repartimiento influyeron en la reorganización
de la población
y por ende en el desplazamiento de los individuos hacia diferentes regiones.28 Las congregaciones se caracterizaron por realizar traslados masivos desarraigando al hombre de su entorno;
en algunas partes fueron drásticas, provocando la reacción de muchas comunidades que se refugiaron en sitios apartados del control colonial.
En la provincia de Chalco el somontano
fue un sitio ideal para que los indígenas
se mantuvieran relativamente al margen de la influencia
de la sociedad española y muchas
comunidades encontraron en estos sitios el lugar ideal
para protegerse. Esta práctica incidió
muy poco en el movimiento de población hacia la ciudad. Se caracterizó más por un
proceso de reajustes y reordenamientos espaciales y la reacción de la
población por la defensa de sus espacios.
Sin embargo, el sistema de repartimiento fue un fenómeno que
rompió el aislamiento y aceleró
la movilidad de los habitantes hacia otras partes. Por esta razón lo tomaré como eje del análisis para explicar
el movimiento “masivo” de población hacia la ciudad
de México.
El repartimiento tomó muchos de los elementos
del coatequitl en cuanto a la forma de organizar y distribuir la población para los servi-
cios de la ciudad. Asimismo
se aprovecharon los instrumentos de do- minio y las relaciones creadas
por el estado mexica para determinar el tipo de productos y mano de obra que debía
enviarse de cada lugar.29 A partir de la conquista
del territorio chalca por los miembros de la
Triple Alianza se incrementó el movimiento de población hacia la urbe
tenochca para proveerla de materiales y mano de obra para su construc-
ción. Los cronistas indígenas insisten en este proceso que obligaba a los habitantes a trasladarse a la ciudad por largos periodos. A diferencia
28 Taylor señala que la sociedad
indígena resintió los embates de la conquista que pro- pició una desestabilidad emocional; utiliza el término desempleo psicológico para explicar la
pérdida de muchas expectativas de la sociedad,
desde un desequilibrio personal, pérdida de incentivos e incertidumbre. Taylor,
op. cit., p. 32, 33.
29 Los ejemplos más claros de la forma en que se estructuró el abasto a la ciudad de
México lo encontramos en la Matrícula
de Tributos y
el Códice Mendocino.
de comerciantes y transportistas, estos sectores, que comprendían can- teros,
albañiles y trabajadores especializados, tenían un área de acción que era la parte central
de la ciudad, así lo asientan las crónicas.30
comenzaron los chalcas a edificar salas y aposentos de increíble gran-
deza en las casas y palacios del rey, en las demás de los señores y caba- lleros de su reino y en las de los otros reyes y cabeceras del reino, por
castigo de su obstinación y rebeldía, trayendo de su provincia madera, piedra y los demás materiales para los edificios referidos.31
Por la forma en que funcionó el repartimiento en la región de Chal- co en la época colonial
es importante destacar
sus peculiaridades para comprender el movimiento de la población hacia la ciudad
de México. La provincia de Chalco era uno de los graneros de la ciudad y para po-
der sostener su producción y por ende el abasto
requería de suficiente mano de obra. Pese a contar con una población abundante, en compara- ción con otras regiones, ésta era insuficiente para las labores requeridas durante la siembra y la cosecha de los campos.
Al instaurarse el reparti- miento, las autoridades virreinales dieron prioridad al sector agrícola y
destinaron mano de obra de la región de Texcoco, Cuernavaca-Cuautla
y la
región de lo que hoy es el estado de Hidalgo, para cubrir las nece-
sidades de los labradores de Chalco (véase cuadro 1).32 De manera que había
un flujo de población hacia esta región y era menor el que salía de aquí a la ciudad. Sólo en situación crítica las autoridades desviaron la mano de obra de Chalco hacia la ciudad de México.
También es importante señalar que el repartimiento retomó la divi- sión administrativa de la provincia prevaleciente en la época prehispá- nica, respetando las categorías de cabecera / sujeto, así como los vínculos políticos y sociales de los mismos, sin importar que estuvieran ubicados en otros territorios.33 En el caso de los pueblos del área de Texcoco, como
30 Según Chimalpahin, con Axayacatl se inició formalmente la obligación de pagar el tributo y contribuir con mano de obra. Más tarde se les obligó a llevar materiales, piedra, madera, arena,
etcétera. Chimalpahin, op. cit., v. 1,
p. 269; v. 2, p. 117, 139.
31 Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas, México, Universidad Nacional
Autó- noma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 2, p. 128.
32 Entre los pueblos incorporados al repartimiento de Chalco estaban Coatlinchan, Huexot-
la,
Chicoloapa, Chimalhuacan Atenco e Ixtapaluca. Del Cuauhnahuac los pueblos del valle de
Cuautla, gran parte de ellos asociados con los señoríos de Xochimilco y Chalco. Entre estos esta- ban Tlayacapan, Totolapa, yecapixtla, Ocuituco, Hueyapan,
zacualpan, Huamilpa y ocasional- mente Cuernavaca (1591) Silvio zavala y María Castelo, Fuentes para la historia del trabajo en Nueva España, México, Fondo de Cultura Económica, 1939, v. 1, p. 45, 46, 119, 120, 129, 130; v. 3, p. 204,
205, v. 6, p. 57, 58, 461, 462 y zavala, El servicio personal…, v. 5, segunda parte, p. 1075, 1076.
33 Por ejemplo, Ozumba, aunque se localizaba en terrenos de la cabecera de Chimalhua-
can Chalco,
era sujeto de Tlalmanalco, lo mismo ocurría
con Caltecoyan, que también estaba
Cuadro 1
EL rEPArtImIENtO DE ChALCO: LAS CUAtrO CABECErAS
Y LOS DIStrItOS
INCLUIDOS. 1618-1621
Tlalmanalco
|
Amecameca
|
Chimalhuacan
|
Tenango
|
Acolhuacan
|
Cuauhnahuac
|
Otros sitios
|
Atzompan
|
Ayapango
|
Tepetlixpa
|
Nepopoalco
|
Iztapaluca
|
Tlayacapan
|
Xuchitlan
|
Temamatla
|
Atlautla
|
Temoaque
|
Tlalnepantla
|
Coatepec
|
Ocuituco
|
Atumba
|
zula
|
|
Cahuecahuazco
|
Cuixingo
|
|
Tetela
|
Aotlan
|
Chalco
|
|
Tecomaxusco
|
Juchitepec
|
|
Jumiltepec
|
Texcala
|
San Pablo
|
|
Tetela
|
|
|
Tlacotepec
|
Pazulco
|
Tlamimilolpa
|
|
Ecatzingo
|
|
|
Temoaque
|
zaguatlan
|
|
|
Omeyatepec
|
|
|
Tzacualpa
|
Tepecuaculco
|
|
|
Mamalhuazucan
|
|
|
Atlatlauca
|
San Miguel
|
|
|
Tepezozolco
|
|
|
Epazulco
|
San Gregorio
|
|
|
Quazulco
|
|
|
yecapixtla
|
San Nicolás
|
|
|
Guamilpa
|
|
|
Xalmayucan
|
San Francisco
|
|
|
|
|
|
Hueyapan
|
San Martín
|
|
|
|
|
|
Achichipico
|
San José
|
A la cabeza de cada columna se pone el sitio principal y en seguida
por pueblos sujetos. Tomado de Tomás Jalpa Flores, “Comunidades y fuerza de trabajo
en la región de Chalco”, en Daniel Hiernaux et al., La construcción social de un territorio emergente. El valle de Chalco,
México, El Colegio Mexiquense, 2000, p. 45.
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