INDIOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO S. XVI-XVII PARTE6
ponden al siglo xVII y ejemplifican algunos de los motivos. De éstos es importante destacar que muy pocos se refugiaban en la ciudad de México (cuadro 3).59
Si bien los indígenas salían de sus comunidades por muchas cir-
cunstancias, los dos lugares a donde se trasladaban ofrecían diferen-
tes
expectativas. Aparentemente en la ciudad podían perderse en el
“anonimato” de los suburbios,
los barrios indígenas o en las casas de los españoles para dedicarse a las actividades domésticas, mientras que a las haciendas
llegaban a través del sistema de repartimiento y más tarde mediante las deudas y el trabajo
compulsivo. Pero cualquier
opción que eligieran no los liberaba de las exageradas cargas tribu- tarias y las obligaciones a las que se les sometía en los dos sitios. En ambos no pasaban desapercibidos; había un estricto control pues en
cada
comunidad y aun en la misma ciudad se llevaba un registro de sus habitantes, por lo que la llegada de alguien siempre era notoria.
En
las ciudades podría pensarse que el sistema policiaco no llegaba
a tal grado, pero parece que era muy eficaz, pues cada barrio llevaba
un
registro del número de habitantes
y cualquier cambio era notorio, como lo dejan ver varias
disposiciones y la memoria enviada en 1592 a don Antonio Valeriano,
solicitándole que: “los busquéis y procuréis con cuidado
por los
barrios desta ciudad y [...] los
persuadiréis a vol-
ver
a sus casas y asientos de donde se vinieron...”.60 Uno de los pocos testimonios pictóricos que tenemos sobre este tipo de registros es el
Códice Valeriano, que consiste en una cuenta pormenorizada de los habitantes
del barrio indígena de San Pablo Teocaltitlan en la ciudad de
México, donde se llevaba
un registro de la
población que incluía a los advenedizos. 61
59 La región de Chalco por su proximidad a la ciudad de México y por su posición
es- tratégica en el flujo comercial
tuvo ciertos lugares predilectos donde se refugiaba la población
indígena que salía de sus comunidades. En el siglo xVI las cabeceras administrativas fueron el
foco de atracción de los naturales,
pero a mediados del siglo
xVII, los pueblos situados en la ruta comercial entre
los volcanes y tierra caliente, así como los embarcaderos, constituye-
ron la columna vertebral que fue concentrando el mayor número de pobladores indígenas, mestizos
y españoles. Muchos
naturales de Xochimilco, Milpa Alta y Coyoacán
iban a residir a
Ayotzingo y Chalco por la intensa actividad
comercial que había. AgN, Indios, v. 15, exp.
17, f. 13, 13v. En el siglo xVIII Villaseñor y Sánchez
describía Chalco en estos términos: “en la población principal hay vecindario de españoles, mestizos
y mulatos. En este pueblo
es don- de se celebra
la feria todos los viernes
del año, concurriendo a su plaza de todas
las jurisdic- ciones circunvecinas y muchas distantes,
considerable número de gente; y por la laguna multitud de canoas cargada
de todo género de grangerías, ...”, Joseph Villaseñor y Sánchez, Theatro Americano. Descripción General de los reynos y provincias
de la Nueva España y sus juris- dicciones, México, Editora
Nacional, 1952, v. 2, p. 63.
60 AgN, Indios, v. 6, primera parte, exp. 203, f. 52.
61 Códice Valeriano, BNF, n. 376.
Cuadro 3 mOVImIENtO DE POBLACIóN
Año Nombre Motivo Lugar de origen Lugar de traslado Fuente
1590
|
Naturales
|
Españoles quitan
bienes
|
Ayotzingo
|
|
I-4-33v-109v
|
1591
|
Matías Juan
|
Preso en hacienda
|
Temamatla
|
Hacienda de Vaquio
|
I-5-665-251v
|
1592
|
Naturales
|
Exceso de trabajo en bosques
|
Tlalmanalco
|
Ciudad de México
|
I-6-203-52
|
1592
|
Luis Vázquez
|
Abuso en repartimiento
|
Tlalmanalco
|
Tenango
|
I-6-205-52v
|
1592
|
Juan Gregorio
|
Abuso en repartimiento
|
Tlalmanalco
|
Amecameca
|
I-6-205-52v
|
1592
|
Sebastián Francisco
|
Abuso en repartimiento
|
Tlalmanalco
|
Amecameca
|
I-6-205-52v
|
1617
|
Simón López
|
Obligado a residir en hacienda
|
San Martín
|
Hacienda Juan Fernández
|
I-7-156-77
|
1617
|
Martín López
|
Obligado a residir en hacienda
|
Cuauhtzingo
|
|
I-7-156-77
|
1629
|
Naturales
|
Evaden acudir
a repartimiento
|
Atlautla
|
Casas labradores
|
I-10-166-93v
|
1631
|
Gabriel de San Juan
|
Problemas con gobernador
|
Amecameca
|
Centlalpa
|
I-11-170-141
|
1639
|
Naturales
|
Evasión de pago de tributo
|
Juchitepec
|
Casas y haciendas
|
I-11-123-102
|
1639
|
María Magdalena
|
Llevados a fuerza a hacienda
|
Chalco
|
Huexotzingo
|
I-11-285-233v
|
1639
|
Naturales
|
Evasión de tributos y servicios
|
Tlalmanalco
|
Casas y haciendas
|
I-11-124-102
|
1640
|
Naturales
|
Evasión de obligaciones
|
Juchitepec
|
Tlaxcala Tepeaca
|
I-13-16-20v
|
1641
|
Naturales
|
Evasión de obligaciones
|
Amecameca
|
Casas y haciendas
|
I-13-194-173
|
1648
|
Naturales
|
Evasión de tributos
|
Xochimilco
|
Chalco Ayotzingo
|
I-15-17-13
|
1648
|
Juana Jerónima
|
Obligada trabajar en hacienda
|
Iztapaluca
|
Tlalmanalco
|
I-23-182-175
|
1648
|
Sebastián López
|
Malos tratos
del alcalde
|
Chalcatepehua
|
Ayapango
|
I-15-88-156
|
1654
|
Miguel de la Cruz
|
Malos tratos
de hacendado
|
Ayapango
|
Chalco
|
I-17-262-256v
|
1656
|
Juan Gregorio
|
Malos tratos
de hacendado
|
Cuauhtzingo
|
Hacienda Ramírez
|
I-20-191-137
|
1657
|
Mixtecos
|
Malos tratos
de hacendados
|
Cd. México
|
Hda. Chalco
|
I-20-297-236
|
1662
|
Martín de la Cruz
|
Malos tratos
de alcaldes
|
Tepetlixpa
|
Chimalhuacan
|
I-19-481-271
|
1662
|
Juan de San Pedro
|
Malos tratos
de alcaldes
|
Tepetlixpa
|
Chimalhuacan
|
I-19-481-271
|
1676
|
4 naturales
|
Residir en hacienda
|
Ayapango
|
Ayapango
|
I-25-142-116
|
1677
|
Francisco de Rivera
|
Obligado a residir en hacienda
|
Atlazalpa
|
Coatepec
|
I-26-165-100
|
1677
|
Juan Santiago
|
Malos tratos
de hacendados
|
Centlalpa
|
Chalma-Tepopula
|
I-168-101v
|
1685
|
Juan Francisco
|
Malos tratos
de hacendados
|
Cuautlalpa
|
Hacienda
|
I-29-75-74v-75
|
|
|
|
|
Domínguez
|
|
1687
|
Juan Pascual
|
Malos tratos
hacendados
|
Huexotzingo
|
Chalco
|
I-30-45-35
|
1693
|
4 naturales
|
Sustraídos de hacienda
|
Hda. Tamáriz
|
Chalco
|
I-32-94-98v
|
ABrEVIAtUrAS: Las fuentes se indican de la siguiente manera:
I=AgN, ramo Indios; volumen, fojas.
Desde fines del siglo xVI la migración de habitantes de la provin- cia de Chalco hacia la ciudad de México empezó a ser frecuente. Si
bien,
aunque no aparecen en la misma proporción que en otras re- giones,
las migraciones afectaban
la estabilidad de las comunidades y eran un síntoma
que reflejaba las tensiones locales.
Los indígenas que se
trasladaban a la ciudad generalmente lo hacían en grupo; familias completas abandonaban sus pueblos ya fuera temporal o definitiva-
mente. Algunos iban a la ciudad donde permanecían hasta obtener
una respuesta a sus demandas.
Por ejemplo, en 1656, Juan Gregorio y su esposa, Nicolasa María, y Lucas Martín, su padre, naturales
de San Gregorio Cuauhtzingo, habían salido de su pueblo por la presión de Cristóbal Ramírez,
labrador de Chalco que los sacaba a fuerza de su casa y los llevaba a su hacienda. Por tal motivo se habían
refugiado en la ciudad donde presentaron su querella.62 Lo mismo ocurrió en 1676 con
Juan Pascual, su mujer y sus
hijos Juan Clemente, Felipe Santiago
y Pedro López, naturales del pueblo de Ayapango, que se trasladaron a la ciudad para pedir protección por los abusos que cometía Alonso Velázquez
de Rebolledo y su mayordomo quien los sacaba de su
casa para llevarlos
a su hacienda.63 Aquellos que pretendían salir definitiva- mente
se llevaban toda la
familia con el propósito de no dejar testigos que fueran presionados por las autoridades para denunciar su para- dero. En 1592, el gobernador de Tlalmanalco denunció que muchos indios casados y solteros “so pretexto de los malos tratos que les daban los
jueces repartidores que los enviaban
a cortar madera
a los bosques se habían
avecindado en la ciudad de México...” 64
Los sitios de la ciudad de México donde acostumbraban refugiarse
los naturales eran en primer lugar los barrios de indios. Son pocos los datos que nos indican
su paradero, sin embargo, algunos
indicios nos permiten confirmar esta suposición. La orden enviada
a don Antonio Valeriano era que los buscara en los barrios que estaban bajo su juris-
dicción. Sabemos del paradero de algunos por contar con datos preci- sos: en 1680, una familia de Tlalmanalco (Bartolomé
de Santiago y su mujer, Teresa María y sus hijos, Baltazar Pascual y Matías de Santiago,
que a su vez estaban
casados) tenían dos años de residir en la ciudad
y estaban avecindados en el barrio
de Santa Cruz.65
62 AgN, Indios, v. 20, exp. 191, f. 137.
63 AgN, Indios, v. 25, exp. 142, f. 116.
64 AgN, Indios, v. 6, primera parte, exp. 203, f. 52.
65 Cuando Juan de Espinosa, gobernador
de Tlalmanalco, quiso llevarse a las familias,
éstas se negaron
y como castigo se llevó a sus hijos con sus mujeres.
Las autoridades señala-
ron que solamente tenía derecho a cobrarles
el tributo pero ellos podían residir libremente en
la ciudad. AgN, Indios, v. 26, exp. 60, f. 58v. El barrio de Santa Cruz corresponde a la parte
Pero al mismo tiempo
que los barrios
de la ciudad de México
eran espacios donde podían albergarse los indios de la periferia, también eran lugares donde se podía acudir a contratar mano de obra. Varios hacendados de Chalco se dirigían a la ciudad para estos fines. Por ejem-
plo, en 1657 varios naturales
de origen mixteco,
residentes en el barrio
de
los mixtecos en la ciudad de México, denunciaron que Jerónimo Carranza, administrador de una hacienda en la jurisdicción de Chalco,
les había ofrecido trabajo y les pidió que reunieran
más trabajadores ofreciéndoles el pago de cuatro reales
por día. Éstos buscaron a 32 tra-
bajadores más y otras cuatro indias triquis que fueron a trabajar
a la región. Sin embargo,
al finalizar el contrato, Carranza les impidió regre- sar a la ciudad
encerrándolos en su hacienda como si fueran esclavos.66 También es conocido el derecho que tenía el barrio de San Juan de la ciudad
de México sobre tierras ubicadas en la provincia de Chalco a donde enviaban colonos
para habitarlas en calidad de renteros.
Pero ¿dónde habitaban los indígenas que migraban a la ciudad?
¿Cuáles eran sus sitios de residencia? En una reconstrucción de los es-
pacios residenciales, realizada por Alejandro Alcántara, destaca cómo
los barrios indígenas de la ciudad fueron creciendo anárquicamente a
diferencia del área de edificios públicos. En los predios indígenas solía
haber varias habitaciones e incluso algunas
de dos pisos para albergar
a la
familia y algunas para rentar.67 También destaca la disminución de la po-
blación en ciertos momentos y el abandono de muchos predios que esta-
ban desocupados. En ocasiones los migrantes se albergaban en los predios
desocupados; mientras que los extravagantes vivían entre los paredones
de las casas derrumbadas, con el consentimiento de los dueños.68
Los arrabales
de la ciudad eran inaccesibles y peligrosos de acuerdo
con la imagen que se fue construyendo a medida que fue aumentando
la población
y el número de migrantes. En este sentido es importan-
te considerar
la aseveración de Robinson, quien señala el rechazo de
las autoridades a los movimientos de migración, así como el miedo y
desconfianza que se difundieron hacia todos aquellos
desconocidos.69
oriente de la ciudad
donde se ubica el templo de la Soledad. Véase Teresa Álvarez Icaza, “Los indios y las ciudades de la Nueva España. La secularización de doctrinas de indios en la
ciudad de México”, en este mismo volumen.
66 AgN, Indios, v. 20, exp. 297, f. 236.
67 Alejandro Alcántara Gallegos, Los espacios residenciales en la ciudad
de México Tenochti-
tlan, tesis
de licenciatura, México,
Universidad Nacional Autónoma
de México, Facultad
de
Filosofía y Letras, 2006.
68 AgN, Tierras, v. 22, exp. 5, f. 124.
69 “Para aquellos que salen de su lugar, su estatus cambiaba así como su designación.
Los términos utilizados eran forastero, vago, fugado, vagabundo, malentretenido, extrava-
gante.” Robinson, op. cit., p. 178.
Sin embargo, no todos los migrantes se incorporaban en el imaginario urbano como desconocidos y peligrosos.
De acuerdo con lo expuesto anteriormente podemos señalar que la mirada que se ha puesto sobre el mundo
indígena lo ha visto por lo regular bajo la óptica actual,
dando un gran peso a la expectativa de las oportunidades económicas y sociales
que generaban las ciudades y los centros mineros, y la libertad que motivaba al indígena a aban- donar su comunidad. No obstante, la sociedad indígena
colonial tuvo un mayor apego a la tierra y, en algunas partes, como la provincia de Chalco, los movimientos migratorios en los dos siglos estudiados no fueron un fenómeno que alterara radicalmente la estructura de la so-
ciedad. Fue parte de un proceso normal provocado por los conflictos
internos en algunos pueblos, los intentos de evadir las cargas tributarias y los abusos de los españoles.70 Al establecer una comparación entre la migración de naturales
a la ciudad de México y los que llegaban
a la región, podemos
ver que más que expulsar
mano de obra,
la región de Chalco resultó ser un imán que atrajo a los indígenas
de otras regio- nes, que se integraron a los pueblos y las haciendas. Por otro lado, es preciso considerar los diferentes tipos de migrantes, los ritmos de las migraciones
y las percepciones que se fueron construyendo hacia esta población, que empezó a formar
parte del entramado social de la urbe.
Dependiendo de su espacio de acción en la ciudad,
los migrantes y ex-
travagantes fueron creando
estereotipos que definieron las relaciones entre los diferentes
sectores de la sociedad urbana que con el tiempo tendieron a estandarizarse.
70 Taylor, op. cit., p. 43-48.
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