INDIOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO S. XVI-XVII PARTE2
incluían cantores, poetas, enanos y corcovados.13 Fray Domingo de la Anunciación señaló que era un sector requerido por los nobles y acudían periódicamente para distraer al tlatoani.14 Se consideraba un sector privilegiado cuyo radio de acción
eran los espacios públicos y
las
residencias de la nobleza
tenochca.
La relación
de los linajes chalcas con sus homólogos
de la ciudad de México estuvo
marcado por otros ritmos. Su contacto le permitió un
trato especial con la sede del poder
y los espacios públicos. Los linajes chalcas establecieron alianzas políticas y matrimoniales con ellos. En la
segunda mitad del siglo xV era notorio el vínculo de estos sectores. El estado mexica tenía injerencia
en el gobierno regional y entre los linajes chalcas; manipulaba la política local
desde la ciudad.
Por ejemplo, los señores que asumían el gobierno en los altepeme
chalca debían trasla- darse a la ciudad de México, donde tenían que residir por un tiempo hasta que se hacía el nombramiento y se les entregaban las insignias de poder.15 La nobleza chalca
se vinculó con la nobleza
mexica merced a estos lazos de parentesco, que sobrevivieron en la época colonial.
Tenemos noticias que algunas mujeres
de la nobleza chalca fueron
ca- sadas con los tlatoque
mexica y posteriormente sus herederos fueron instalados
en los altepeme chalca. De manera que a través de estas relaciones, el estado mexica ejerció un control en determinados sitios de la provincia y a su vez los linajes chalca fortalecieron sus vínculos con los habitantes la ciudad de México. La nobleza chalca
acudía a las ceremonias religiosas y los principales actos políticos que se realizaban
en
la ciudad. Varios nobles chalcas habitaban en ésta y tenían propieda-
des
o sus familiares vivían ahí. Lo mismo ocurría con las mujeres nobles mexicas,
casadas con los señores chalcas,
que al trasladarse a la región
llevaban consigo sus pertenencias y trabajadores que se establecían en las tierras de su esposo.16
En la época colonial los nobles de Chalco mantuvieron este vínculo con la
ciudad; fortalecieron los
lazos con la
nobleza mexica y amplia-
13 Chimalpain destaca la presencia de poetas y danzantes que eran solicitados por el tlatoani para su regocijo.
Chimalpahin, Las ocho relaciones
y el Memorial de Colhuacan; Paleo- grafía y traducción Rafael Tena, México, CONACULtA, 1998, v. 2, Séptima relación, p. 107-113 (Nota: Con excepción
de Rafael Tena, otros autores como Castillo Farreras o Susan Schroeder no acentúan Chimalpahin. Estoy de acuerdo
con ellos por eso en el texto aparecerá sin acen- tuar. Sin embargo, para las citas y por razones
prácticas recurro a la obra de Rafael
Tena dado que en ésta se reúnen todos los materiales que facilitan su consulta).
14 Fray Domingo de la Anunciación, Parecer de fray Domingo de la Anunciación, México, Biblioteca de Historiadores Mexicanos, Editor Vargas Rea, 1953, p. 10.
15 Chimalpáhin, op. cit., v. 2, séptima
relación, p. 121.
16 Como ocurrió con la hija de Moctezuma II, casada con Necuamentzin, señor de Tlal-
manalco que llevó para su servicio
dos tlaxilacaltin de otomíes. Chimalpahin, op. cit., v. 2:
Séptima relación, p. 145.
ron sus relaciones con los colonos españoles y los representantes de las principales instituciones. Para comprender la relación de este sector
con
los grupos urbanos es necesario considerar el complejo entrama-
do
que da cuenta de sus acciones. La nobleza indígena, generalmente
ligada al poder, fue la interlocutora entre el campo y la ciudad. Los nobles, con cargos políticos,
tenían un contacto permanente con los funcionarios públicos de la ciudad de México. Acudían a la ciudad ante el Juzgado General de Indios para defender las causas de sus pueblos,
denunciar a las autoridades por el mal trato o malversación de fondos,
o para solicitar
la presencia de funcionarios
españoles que ratificaran las elecciones anuales. En el siglo xVII, ante la oposición de la población a las reelecciones e imposiciones, se volvió una prác-
tica
común que los funcionarios se trasladaran a la ciudad para rea- lizarlas.17 La ciudad se volvió un refugio seguro para los infractores. Algunos nobles eran enviados a la ciudad de México para cumplir
una
condena o bien para protegerse
de los reclamos de la población,
como
sucedió con dos señores de Amecameca: don Juan de Sandoval
Tecuanxayacatzin, que fue enviado preso a la ciudad de México,
y don José del Castillo Ehecaxoxouhqui, quien se refugió en la misma para
evitar los reclamos de
la
población.18
Las autoridades de la comarca tenían una relación constante con los gobernadores indígenas de los barrios de la ciudad; se apoyaban
mu- tuamente para tener un control sobre su población.19 Acostumbraban
estar presentes en las ceremonias religiosas y los actos políticos
que se realizaban en la urbe. La llegada de los virreyes
era ocasión para que
los principales de las cabeceras
de Chalco se trasladaran a la ciudad y
estuvieran presentes en dichos actos. Solían hospedarse
en las casas de sus parientes o amigos, dependiendo de su rango,
mientras que los funcionarios menores podían pernoctar en las hospederías y en última
instancia estaban los portales de los conventos, que era lo más frecuente
para pasar la noche.
17 En 1692 las elecciones en Ayapango y Centlalpa se realizaron en la ciudad
de México a petición de los principales debido a los disturbios e inconformidad de la población. AgN, Indios, v. 32, exp. 7, f. 7v;
exp. 104, f. 104v.
18 Cuenta Chimalpahin que en 1563 “los teopantlaca acusaron a don Juan de Sandoval Tecuanxayacatzin, y por su mandato
lo encerraron en la cárcel de corte de México”; otro caso ocurrió en 1570, cuando “regresó
a Amecameca don José del Castillo Ecaxoxouhqui, tlato- huani de Tzacualtitlan Tenanco, lo trajo nuestro padre fray Juan Páez. Nuestro padre suplicó con insistencia a los amaquemecas [que lo aceptaran], pero la mayoría
de éstos no querían que regresara, y fue sólo por obedecer
a nuestro padre
por lo que accedieron a recibirlo. Es-
tuvo viviendo en la ciudad siete años y se instaló en Tzacualtitlan Tenanco
para gobernar”, Chimalpahin, op. cit., v. 2, Séptima relación, p. 215, 237.
19 AgN, Indios, v. 6, primera parte, exp. 203, f. 52.
La relación de los funcionarios indígenas con los habitantes de
la ciudad iba más allá de los meros vínculos
políticos y económicos. En el transcurso
de los dos siglos lograron crear lazos afectivos, de
amistad, compadrazgo o devocionales con los miembros de la ciudad y las instituciones urbanas. En varios testamentos de principales de
la
región se mencionan sus vínculos con éstos. Algunos enviaban a sus hijos a estudiar en los conventos,
como ocurrió con el licenciado Pedro de Castañeda (1637), hijo del cacique de Tlalmanalco, José de
Castañeda, quien tomó el hábito de órdenes menores; 20 o el mismo Chimalpahin. Otros acudían a la ciudad para elaborar
sus testamen- tos. Tomaré sólo un caso para ilustrar estos vínculos.
En 1654 Juan
de
Galicia se encontraba en la ciudad de México para testar. Estaba
muy
enfermo por lo que llamó a sus amigos y conocidos para estar
presentes al dictar su última voluntad. El testamento lo elaboró varias veces y para ello acudieron algunos principales de la región, quienes en compañía de varios vecinos
de la ciudad que eran sus conocidos
se presentaron como testigos.21 Entre éstos se encontraban don Diego de
la
Cerda, cacique de Tlalmanalco, don Bartolomé Cortés Moctezuma,
vecino de la ciudad de México, Melchor de Horduña y Juan Vilchis, residentes en la ciudad pero dueños de haciendas en Tlalmanalco.22 En su testamento
señaló que era cacique de Tlalmanalco y había sido gobernador en ese lugar por
cuatro años. Su cargo lo
mantenía en es- trecho contacto
con diferentes instituciones y le permitió
relacionarse con los principales hacendados de la región, con quienes tenía amis-
tad;
asimismo mantenía un
vínculo con comerciantes de
la
ciudad de México
como el caso citado
de Juan Vilchis.23 Entre las disposiciones,
20 AgN, Tierras, v. 1768, exp. 1, f. 99.
21 Su testamento lo hizo ante Diego Ruiz de Osorio,
racionero de la catedral de México,
juez ordinario, visitador
de testamentos, capellanías y obras pías frente a quien lo rectificó.
22 En el primer testamento, que ratificó el 30 de
agosto de 1652, estuvieron presentes el
doctor Mathias de Salcedo, don Diego de la Cerda (cacique de Tlalmanalco), Juan Francisco,
Melchor de Horduña,
Antonio de Mata, “vecinos y estantes en esta dicha ciudad” y el escri-
bano real Antonio de Saraus. AgN, Tierras, v. 1768, exp. 1, f. 99-100. Al día siguiente continuó
el trámite y se presentó
el intérprete Pedro Vázquez hizo unas enmiendas
y se presentaron
otros testigos entre los que se encontraban: don Bartolomé Cortés Moctezuma, Diego de
Alarcón Tenorio, Melchor de Horduña, Juan de Vilchez, “vecinos y estantes
en México.” AgN,
Tierras, v. 1768, exp. 1, f. 102, 103.
23 Juan de Galicia
tenía negocios con Juan Vilchis,
hacendado de la provincia pero resi-
dente en la ciudad a quien debía cierta
cantidad. AgN, Tierras, v. 1768, exp. 1, f. 99.
Desde el
siglo xVI la familia Vilchis había mantenido
una estrecha relación
con los caciques de la re-
gión. Miguel Vilches
en 1537 estuvo presente en el litigio entre los caciques de Amecameca
e hizo las anotaciones en el códice de este lugar donde se repartieron las tierras entre los
hermanos Juan de Sandoval Tecuanxayacatzin y Tomás de San Martín Quetzalmazatzin.
BNF, n. 020 “Cédula de diligencias. Pièce justificative d´un procès sur des terrains
en litige
entre plusieurs villages (Amecameca et autres”, Eugène Boban, Documents pour servir a
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