ANTOLOGÍA LEYENDAS Y MITOS INDÍGENAS.Del Libro “El Mundo de Amado”. Leyendas de Tierra del Fuego. Lucía Gevert
"El hombre primitivo, inmerso en una
naturaleza a menudo hostil, trató de explicarse los fenómenos, la vida que lo
rodeaba, con ficciones alegóricas. Nacieron así los mitos y leyendas, que
marcaron el comienzo de una actitud religiosa. Para comprender a los pueblos es
importante volver los ojos atrás y escudriñar en el pasado remoto".
Del libro:
"El Mundo de Amado". Leyendas de Tierra del Fuego. Lucía Gevert.
Leyendas
Mapuche
DOMO
Y LITUCHE
Hace infinidad de lluvias, en el mundo no había más
que un espíritu que habitaba en el cielo. Solo él podía hacer la vida. Así
decidió comenzar su obra cualquier día. Aburrido un día de tanta quietud
decidió crear a una criatura vivaz e imaginativa, la cual llamó "Hijo",
porque mucho le quiso desde el comienzo. Luego muy contento lo lanzó a la
tierra. Tan entusiasmado estaba que el impulso fue tan fuerte que se golpeó
duramente al caer. Su madre desesperada quiso verlo y abrió una ventana en el
cielo. Esa ventana es Kuyén, la luna, y desde entonces vigila el sueño de los
hombres. El gran espíritu quiso también seguir los primeros pasos de su hijo.
Para mirarlo abrió un gran hueco redondo en el cielo. Esa ventana es Antú, el
sol y su misión es desde entonces calentar a los hombres y alentar la vida cada
día. Así todo ser viviente lo reconoce y saluda con amor y respeto. También es
llamado padre sol. Pero en la tierra el hijo del gran espíritu se sentía
terriblemente solo. Nada había, nadie con quién
conversar. Cada vez
más triste miró
al cielo y dijo:
¿Padre, porqué he de estar solo? En realidad necesita una compañera -dijo
Ngnechén, el espíritu progenitor. Pronto le enviaron desde lo alto una mujer de
suave cuerpo y muy graciosa, la que cayó
sin hacerse daño cerca del
primer hombre. Ella
estaba desnuda y tuvo
mucho frío. Para no morir helada echó a caminar y sucedió que a cada paso suyo
crecía la hierba,
y cuando cantó,
de su boca
insectos y mariposas
salían a raudales y pronto llegó
a Lituche el armónico sonido de la fauna. Cuando uno estuvo frente al otro,
dijo ella: - Qué hermoso eres. ¿Cómo he de llamarte? .
Yo soy Lituche
el hombre del
comienzo. Yo soy
Domo la mujer, estaremos juntos y haremos florecer la
vida amándonos -dijo ella-. Así debe
ser, juntos llenaremos el vacío de la tierra -dijo Lituche. Mientras la primera
mujer y el primer hombre construían su hogar, al cual llamaron ruka, el
cielo se llenó
de nuevos espíritus.
Estos traviesos Cherruves
eran torbellinos muy temidos por la tribu. Lituche pronto aprendió que
los frutos del pewén eran su mejor alimento y con ellos hizo panes y esperó
tranquilo el invierno.Domo cortó la lana de una oveja, luego con las dos manos,
frotando y moviéndolas una contra otra hizo un hilo grueso. Después en cuatro
palos grandes enrolló la hebra y comenzó a cruzarlas. Desde entonces hacen así
sus tejidos en colores naturales, teñidos con raíces. Cuando los hijos de Domo
y Lituche se multiplicaron, ocuparon el territorio de mar a cordillera. Luego
hubo un gran cataclismo, las aguas del mar comenzaron a subir guiadas por la
serpiente Kai-Kai. La cordillera se elevó más y más porque en ella habitaba
Tren-Tren la culebra de la tierra y así defendía a los hombres de la ira de Kai-Kai. Cuando
las aguas se
calmaron, comenzaron a
bajar los sobrevivientes de los
cerros. Desde entonces se les conoce como "Hombres de la tierra" o
Mapuches.Siempre temerosos de nuevos desastres, los mapuches respetan la
voluntad de Ngnechén y tratan
de no disgustarlo.
Trabajan la tierra
y realizan hermosa artesanía con cortezas de árboles y
con raíces tiñen lana. Con fibras vegetales tejen canastos y con lana, mantas y
vestidos. Aún hoy en el cielo Kuyén y Antú se turnan para mirarlos y
acompañarlos. Por eso la esperanza de un tiempo mejor nunca muere en el
espíritu de los mapuches, los hombres de la tierra.
Fuente: Del
libro "Monitores Culturas Originarias". Área Culturas Originarias.
División de Cultura. Mineduc.
HISTORIA
DE LA MONTAÑA QUE TRUENA
Cuentan que hace muchísimo tiempo vivía en la
cordillera un pueblo de guerreros, un pueblo al que los otros llamaban "El
enemigo invencible". No tenían vecinos ni aliados, porque el primero que
se animaba a entrar en su territorio sin autorización era esclavizado o
aniquilado. Dicen que no hubo país donde las piedras y las flores fueran más
rojas, porque allí la sangre de las guerras había penetrado hasta las capas más
profundas de la tierra. Entre los invencibles no había lugar para los débiles:
los niños mamaban el valor, de los pechos ceñidos de sus madres y allí
mentándose con carne
cruda se convertían
en hombres altos
y fuertes como montes. Este pueblo tuvo un jefe valiente y formidable llamado
Linko Nahuel, el “tigre que salta”. Era tan
valeroso como feroz,
y cuentan que
si alguien hubiera
podido navegar en los ríos de sus venas hubiera visto hervir la sangre.
Entre todas las montañas del país de Linko Nahuel se distinguía el pico nevado
del cerro Amun- Kar, el monte sagrado que es el trono de Dios. Dominaba el
paisaje con sus laderas que subían verdes y boscosas. A veces, la montaña se
transformaba, lanzaba humo y fuego hacia el cielo, bombardeando a los Mapuches con rocas
incandescentes que parecían las tokikuras de Dios. Y la gente le tenia más miedo que a la furia de Linko Nahuel. Un amanecer, mientras
acampaban en el gran valle que se encontraba a los pies del Amun-Kar, los centinelas, bajaron corriendo las
laderas para contar lo que habían visto. Miles y miles de enanos armados,
avanzaban por la cuesta de la montaña sagrada. Linko Nahuel
sintió como la
cólera le subía
por el pecho,
como sus brazos ansiaban descargar un golpe contra los
invasores que ni permiso habían pedido; él los aplastaría, una vez más la
sangre correría por las sendas y los arroyos. Pero Linko Nahuel también era
astuto, y conocía el valor de los planes. Por eso llamo a sus segundos y les ordeno: “Vayan a
entrevistarse con el
jefe de los
enanos. Cúbranse con
cueros de guanacos y puma,
píntense la cara del modo más horroroso
y adórnense con las plumas de choike mas largas y oscuras que tengan. Y sobre
todo, ya saben, mirada severa y pocas palabras. Así los intimidaremos. Ya van a
ver cuando comiencen la retirada, ahí caeremos sobre ellos”. Los emisarios se fueron
confiados, pero volvieron humillados y furiosos a rendir cuentas ante Linko
Nahuel: - “Los enanos son gente de montañas y planean quedarse a vivir en el
Amun-Kar, no conocen tu nombre y no tienen miedo de la ira de Dios. Son tan
chiquitos como un anchimallen, pero hay que reconocer que son valientes y
tantos, que cuando
nos rodearon no
veíamos nada mas
allá”. Entonces Linko se dispuso para la guerra y partió. Trepaban la
cuesta, cuando sorpresivamente los enanos se lanzaron desde arriba sobre ellos,
hiriéndolos con miles de flechas y lanzas diminutas. Defenderse era difícil.
Linko alentaba a los suyos para alcanzar a los pigmeos, pero estos se protegían
detrás de paredones y salientes, y desde allí empujaban la nieve y piedras que
caían en alud sobre el ejército invencible. Los enanos eran muchos y rodearon a
los mapuches. La tierra y la nieve se teñían de sangre, y Linko Nahuel, enfurecido, pedía refuerzos con gritos
desaforados.
Los enanos se
dieron vuelta y
comenzaron a huir
con extraordinaria agilidad
montaña arriba dejando
atrás a Linko
Nahuel, que los
perseguía. Pero los guerreros de Linko eran gente de los valles
y de las hondonadas y no podían competir con sus enemigos, que milagrosamente
se perdieron de vista. La trampa estaba tendida: los enanos salieron de sus
escondites y los atraparon uno por uno. El
cacique de los
enanos dictaminó su
sentencia: “Todos los
prisioneros mapuches
deberían subir hasta
la cumbre y
desde allí serian
precipitados; él último en caer
seria Linko Nahuel, para que viera la muerte muchas veces antes de dar su último salto”. Penosamente
subía el tigre derrotado pisando por primera vez las rocas de la cima. Cuando
el enano dio la orden de detenerse ataron a los prisioneros de pies y manos y comenzó el castigo. Empujaron al primer
mapuche al precipicio. Erguido y rígido, Linko miraba la distancia, ese paisaje
nuevo que no lo dejaba recordar, que aplacaba por primera vez su
sangre huracanada. Entonces
se escucho el
primer estruendo, los estallidos interiores de la montaña de
Dios. Las rocas volaron en mil pedazos. Un viscoso lago de fuego arrastró a los
mapuches y enanos, que mezclaron sus gritos y quedaron confundidos en la misma ceniza. Y Dios
dispuso que los
dos jefes se
sentaran frente a
frente, para que contemplaran juntos el horror, provocado
por la osadía de llevar la guerra a su montaña. Para que el castigo fuera
eterno los convirtió en piedra; y desde ese entonces fueron
cubiertos muchas veces
por la lava
ardiente o el
hielo, condenados a escuchar el tronar intermitente de su furia. Por eso
la gente del valle ya no llama al cerro Amun-Kar sino Tronador, y dicen los
mapuches que los dos caciques esperan en vano el día en que Dios se duerma y
puedan despertar ellos para vengar a sus pueblos. Fuente: Mauchaulil. Cultura fálica en Chile.
Leyendas
de Chiloé
TENTEN-VILU
Y CAICAI-VILU
Hace muchísimos años la Isla Grande de Chiloé, y
todo el enjambre de islas que le rodean, formaban un solo cuerpo con el
Continente Americano. Sin embargo, un día apareció repentinamente la Diosa de
las Aguas Coicoi-vilu (de Co: agua y vilu: culebra) con la intención de
destruir todo lo que hubiera sobre la tierra. Obedeciendo a sus mandatos, las
aguas comenzaron a elevarse inundando valles y cerros, y sepultando a sus
horrorizados habitantes en las profundidades del mar. Cuando todo parecía
perdido, hizo su aparición la Diosa de la Tierra, Tentén-vilu (de Ten: tierra y
vilu: culebra). Tentén-vilu comenzó a luchar contra su enemiga, a la vez que
elevaba las tierras inundadas y protegía a sus habitantes, ayudándolos a subir
a las partes más altas, transformándolos en pájaros, o dotándolos del poder de volar.
La batalla duró mucho, finalmente Tentén-vilu venció parcialmente a
Coicoi-Vilú, pues a pesar de que esta última se retiró, las aguas nunca
regresaron a sus límites originales. Como consecuencia de toda esta lucha, los
valles, cerros y cordilleras que antes formaban
la zona, quedaron
transformados en un
archipiélago de inigualable belleza, que es lo que hoy
conocemos con el nombre de Archipiélago de Chiloé.
Fuente:
Mitología Chilota
EL
MILLALOBO
El Millalobo habita en lo más profundo del mar, y
fue concebido bajo el mandato y protección del espíritu de las aguas
Coicoi-vilu, por una hermosa mujer en amores con un lobo marino durante el
período en que las aguas del mar invadieron la tierra. Tiene el aspecto de una
gran foca, su rostro tiene aspecto de un hombre y de pez. La parte superior del
tórax tiene aspecto humano y el resto de su cuerpo tiene formas de lobo marino.
Está cubierto de un corto y brillante pelaje de color amarillo oscuro, de ahí
su nombre Millalobo (de milla: oro) o Lobo de Oro. Comparte su vida con la
Hunchula, hija de una vieja machi, llamada la Huenchur, y cuando las
condiciones lo permiten sale con su amada a las playas solitarias con la
intención de disfrutar de los rayos del sol. El Millalobo, fue envestido por
Coicoi-Vilu, como amo y señor de todos los mares y por lo tanto es el jefe
supremo de todos los seres que en ellos habitan. De esta manera está en el
nivel jerárquico más alto del gobierno de los mares y se le puede comparar con
Neptuno de la mitología griega. Como
dueño y señor,
de gran poderío,
delega sus importantes
funciones, en varios miembros
subalternos encargados de
hacer cumplir sus
mandatos y voluntad. Esto va
desde sembrar peces y mariscos, cuidar de su desarrollo y multiplicación,
dirigir las mareas o controlar las calmas y tempestades. También están bajo su
mandato las acciones de seres maléficos como la Vaca Marina, el Cuero, el
Cuchivilu y el Piuchén. De su unión con la hermosa Henchula nacieron la
Pincoya, la Sirena y el Pincoy, quienes como buenos hijos ayudan y desempeñan
importantes papeles en los vastos dominios de su poderoso padre.
Fuente:
Mitología Chilota
Leyendas
Nortinas
EL
TATU Y SU CAPA DE FIESTA
(Mito
Aymará Bolivia)
Las gaviotas andinas se habían encargado de llevar
la noticia hasta los últimos rincones
del Altiplano. Volando
de un punto
a otro, incansables, habían comunicado a todos que cuando la luna
estuviera brillante y redonda, los animales estaban cordialmente invitados a
una gran fiesta a orillas del lago. El Titicaca se alegraba cada vez que esto
sucedía.Cada cual se preparaba con esmero para esta oportunidad. Se acicalaban
y limpiaban sus plumajes y sus pieles con los mejores aceites especiales, para
que resplandecieran y todos los admiraran. Todo esto lo sabía Tatú, él
quirquincho, ya había asistido a algunas de estas fastuosas fiestas que su
querido amigo Titicaca gustaba de organizar. En esta ocasión deseaba ir mejor
que nunca, pues recientemente había sido nombrado integrante muy principal de
la comunidad. Y comprendía bien lo
que esto significaba... Él
era responsable y
digno. Esas debían haber sido las
cualidades que se tuvieron en cuenta al darle este título honorífico que tanto
lo honraba. Ahora
deseaba íntimamente deslumbrarlos
a todos y hacerlos sentir que no se habían equivocado en su elección.
Todavía faltaban muchos días, pero en cuanto recibió la invitación se puso a
tejer un manto nuevo, elegantísimo, para que nadie quedara sin advertir su
presencia espectacular. Era conocido como buen tejedor, y se concentró en hacer
una trama fina, fina, a tal punto, que recordaba algunas maravillosas telarañas
de esas que se suspenden en el aire, entre rama y rama de los arbustos,
luciendo su tejido extraordinario. Ya llevaba bastante adelantado, aunque el
trabajo, a veces, se le hacía lento y penoso, cuando acertó a pasar cerca de su
casa el zorro, que gustaba de meter siempre su nariz en lo que no le importaba.
Al verlo, le preguntó con curiosidad que hacía y este le respondió que
trabajaba en su capa para ponérsela el día de la fiesta en el lago, el zorro le respondió que como iba a alcanzar
a terminarla si la fiesta era esa noche. El quirquincho pensó que había pasado
el tiempo sin notarlo. Siempre le sucedía lo mismo... Calculaba mal las
horas... Al pobre Tatú se le fue el alma a los pies. Una gruesa lágrima rodó
por sus mejillas. Tanto prepararse para la ceremonia... El encuentro con sus
amigos lo había imaginado distinto de lo que sería ahora. ¿Tendría fuerzas y
tiempo para terminar su manto tan hermosamente comenzado? El zorro captó su
desesperación, y sin decir más se alejó riendo entre dientes. Sin buscarlo
había encontrado el modo de inquietar a alguien...y eso le producía un extraño
placer. Tatú tendría que apurarse mucho si quería ir con vestido nuevo a la
fiesta. Y así fue. Sus manitos continuaron el trabajo moviéndose con rapidez y
destreza, pero debió recurrir a un truco para que le cundiera. Tomó hilos
gruesos y toscos que le hicieron avanzar más rápido. Pero, la belleza y finura iníciales
del tejido se fueron perdiendo a medida que avanzaba y quedaba al descubierto
una urdimbre más suelta. Finalmente todo estuvo listo y Tatú se engalanó para
asistir a su fiesta.
Entonces respiró hondo,
y con un
suspiro de alivio
miró al cielo estirando sus extremidades para
sacudirse el cansancio de tanto trabajo. En ese instante advirtió el engaño...
¡Si la luna todavía no estaba llena! Lo miraba curiosa desde sus tres cuartos
de creciente...Un primer pensamiento de cólera contra el viejo zorro le cruzó
su cabecita. Pero al mirar su manto nuevamente bajo la luz brillante que caía
también de las estrellas, se dio cuenta de que, si bien no había quedado como
él lo imaginara, de todos modos el resultado era de auténtica belleza y
esplendor. No tendría para qué deshacerlo. Quizás así estaba mejor, más suelto
y aireado en su parte final, lo cual le otorgaba un toque exótico y atractivo.
El zorro se asombraría cuando lo viera... Y, además, no le guardaría rencor,
porque sido su propia culpa creerle a alguien que tenía fama de travieso y
juguetón. Simplemente él no podía resistir la tentación de andar burlándose de
todos... y siempre encontraba alguna víctima.Pero esta vez todo salió bien: el
zorro le había hecho un favor. Porque Tatú se lució efectivamente, y causó gran
sensación con su manto nuevo cuando llegó, al fin, el momento de su aparición
triunfal en la fiesta de su amigo Titicaca.
Fuente:
Cuentos y Leyendas Americanas.
EL
INICIO DEL MUNDO
Los vecinos de la sierra cuentan, desde Cupo a
Socaire, desde las cumbres hasta el llano, que en un comienzo en el mundo todo
era sólo noche, todo era sólo penumbras, como cuando la neblina invade la
quebrada. Nada iluminaba la existencia de los hombres, quienes deambulaban por
los cerros, las quebradas y las vegas en busca de esquivos alimentos. Dicen que
la falta de calor y de luz impedía la germinación de las semillas, el
crecimiento de las plantas; sólo existía lo que ya estaba allí. La tierra
comenzaba recién a adquirir su forma actual, aparecían los paisajes de volcanes
y planicies, con su amplia gama de colores. El agua caía copiosamente; llovía y
llovía. Ríos caudalosos descendían desde lo alto, gastando los cerros, arrastrando grandes
rocas con las
cuales desgarraban el
llano, abriendo profundas
grietas."Saire", que significa agua de lluvia, frío, hambre y soledad
eran los compañeros de algunos "antiguos", los cuales difícilmente
lograban sobrevivir. Se ocultaban en cuevas
existentes en lugares
tan separados como
en Socaire, camino
a las lagunas, y en la quebrada
del Encanto, cerquita de Toconce, donde suelen verse sus sombras en las noches
sin luna, pero es necesario ir sin compañía hasta dichos lugares para poder apreciarlo.
De estos hombres se dice que los de la cuenca del río Salado murieron por no resistir
la presencia del sol; y los del sector socaireño, debido a la intensidad de las
lluvias, acompañadas con sus truenos y relámpagos. De ellos sólo perduran sus
pueblos destruidos y sus tumbas saqueadas. También, a medio camino entre
Toconce y Linzor, sus grandes pies quedaron marcados sobre las blandas rocas de
aquella época. Hoy es posible ver esos rastros allí donde quedaron
definitivamente grabados por ejemplo en Patillón. En Socaire,
cuentan algunos vecinos,
cuando "los abuelos"
habían hecho los terrenos y las eras, llovió durante
cuarenta días y
cuarenta noches, y el agua corrió y corrió, después, quizás
cuántos años, demoró en terminarse el agua. La gente en ese entonces era muy
tímida, vivían en los graneros. No tenían casas, tampoco tenían
nombres porque no
eran cristianos. Aunque
no eran gente educada
eran personas muy
buenas que vivían
inocentemente. Trabajaban la tierra, sin herramientas porque no
conocían la picota, ni la pala ni el chuzo; sólo usaban una rama de árbol y la
pura mano. Sin embargo, ¡fue tanto terreno el que trabajaron!...Ellos le
cantaban al agua y el agua les ayudaba en sus trabajos, corriendo de piedra en
piedra para hacer los muros de esos largos canales que aún se ven. Sin embargo,
después de la larga lluvia lo perdieron todo: los terrenos, los sembrados, la
vida. Por eso ahora, nadie sabe cantarle al agua para que vuelva a brotar como
antes, para que haya tantos sembríos como antes, para que la gente sea buena e
inocente, como antes.
Fuente: Del
libro "Monitores Culturas Originarias". Área Culturas Originarias.
División de Cultura. Mineduc.
Leyendas
de Tierra del Fuego
LOS
ONAS Y LA LUNA
(Mito
Selk’nam )
Los
Onas suponen que
en las variadas
fases de la
luna hay seres
ocultos enemigos de los hombres que les causan mayor pavor. El
engrosamiento gradual de la luna KRE les inspira gran miedo, porque creen que para engrosarse se alimenta de
criaturas humanas, a las cuales
les chupa la sangre que les causa la muerte. De aquí
que cuando llega el plenilunio hagan fiestas alrededor de grandes fogatas y
bailan y gritan en algazara infernal durante toda la noche, celebrando él haber
librado del peligro de muerte a sus hijos, que aman con mucha ternura.
KAMSHOUT
Y EL OTOÑO
(Leyenda
Selk’nam - Tierra del Fuego, Argentina-Chile)
Hubo un tiempo
en que las
hojas del bosque
eran siempre verdes.
En ese entonces el joven selk’nam
Kamshout partió en un largo viaje para cumplir con los ritos de iniciación de
los klóketens.El joven iniciado tardó tanto en volver que el resto del grupo lo
dio por muerto. Cuando nadie lo esperaba, Kamshout volvió completamente alterado
y empezó a relatar su sorprendente incursión en un país de maravillas, más allá
en el lejano norte. En ese país los bosques eran interminables y los árboles
perdían sus hojas en otoño hasta parecer
completamente muertos. Sin
embargo, con los
primeros calores de la primavera las hojas verdes volvían a salir y los
árboles volvían a revivir. Nadie creyó la historia y la gente se rió de
Kamshout quien, completamente enojado, se marchó al bosque y volvió a desaparecer.
Luego de una corta incursión por el bosque, Kamshout reapareció convertido en un
gran loro, con plumas verdes en su espalda y rojas en su pecho. Era otoño y
Kamshout -a partir de entonces llamado Kerrhprrh por el ruido que emitía,
volando de árbol en
árbol fue tiñiendo
todas las hojas
con sus plumas
rojas. Así coloreadas, las hojas
empezaron a caer y todo el mundo temió la muerte de los árboles. Esta vez la
risa fue de Kamshout.En la primavera las hojas volvieron a lucir su verdor,
demostrando la veracidad de la aventura vivida por Kamshout. Desde entonces los
loros se reúnen en las ramas de los árboles para reírse de los seres humanos y
así vengar a Kamshout, su antepasado mítico.
Fuente:
Cuentos y Leyendas Americanas.
EL
ORIGEN DEL CALAFATE
(Leyenda
Selk’nam )
Cuando los Selk’nam habitaban Tierra de Fuego se
agrupaban en diversas tribus, dos de ellas se encontraban en gran conflicto,
los jefes de ambas comunidades se odiaban hasta la muerte. Uno de ellos tenía
un joven hijo, que gustaba de recorrer los campos. En una ocasión se encontró
con una bella niña de ojos negros intensos y se enamoró de ella.
Lamentablemente, era la hija del enemigo de su
padre, la única manera de verse era a escondidas, pero el brujo de la tribu de
la niña los descubrió. Vio sin embargo, que no podría separarlos y condenó a la
niña, transformándola en una planta que conservó toda la belleza de sus ojos
negros, pero con espinas, para que el joven enamorado no pudiera tocarla. Pero
el amor era tan fuerte que el joven nunca se separó de esta planta y murió a su
lado.Por eso cada quien que logre comer el fruto de este arbusto estará
destinado a regresar a la Patagonia, pues uno no puede separarse del poder de
amor que hay en el calafate, nos atrae a él y no nos permite que nos marchemos
por mucho tiempo.
Fuente:
Cuentos y Leyendas Americanas.
YINCIHAUA
(Leyenda
Selk’nam)
Todos los años en la primavera, las jóvenes mujeres
onas se juntaban en una choza especial, para la importante fiesta llamada
“yincihaua”. Acudían desnudas, con el cuerpo pintado y en sus rostros máscaras
multicolores. Tenían gran imaginación para hacerse hermosos dibujos
geométricos, que representaban los distintos espíritus que viven en la
naturaleza. Ellos les daban los poderes que ejercían sobre los hombres. Ese
día una de las niñas tomó con mucho
cuidado un poco de tierra blanca y empezó lentamente a trazar las cinco líneas
que pensaba pintar desde su nariz hasta las orejas. Las otras jóvenes trataron
de imitarla, ya que las figuras en el rostro eran muy importantes. La fantasía
de cada una se echó a volar y se pintaron de arriba abajo con armoniosas
figuras. Unas a otras se ayudaban, pero para no ser reconocidas, se pusieron en
sus rostros unas máscaras talladas. Blanco, negro y rojo eran los colores
preferidos. En un momento dado, cuando ya estaban todas preparadas, salieron de
la choza con grandes chillidos y mucho alboroto para asustar a los hombres que
las esperaban afuera. La bulliciosa ceremonia se encontraba en su apogeo y
todos daban gritos, cuando sobre el tremendo ruido reinante se escuchó una
fuerte discusión entre el hombre- sol y su hermana, la mujer-luna.-Yo no te
necesito- insistía con altivez la luna.-Sin mí, no puedes vivir- le contestó
sarcástico el sol.-Perdería mi brillo quizás, pero seguiría viviendo.-Sin el
brillo que yo te doy no vales nada.-No seas tan presumido, hermano sol.-Tú
deberías ser más humilde, hermana luna. Y así siguieron la disputa como dos
niños chicos. Todos los hombres se pusieron de parte del sol y las mujeres
apoyaron a la luna. La discusión fue creciendo, creciendo y ni siquiera el
marido de la mujer luna, que era el arcoíris o “akaynic”, pudo lograr que la
armonía volviera a reinar entre la gente de la tribu. De pronto, un gran fuego
estalló en la choza del “yincihaua”, donde las mujeres habían ido a buscar
refugio cuando la pelea se hizo más fuerte. Allí estaban encerradas cuando las
alcanzaron las llamas. Aunque el griterío fue inmenso, ninguna logro salvarse.
Todas murieron en el incendio. Pero se transformaron en animales de hermosa
apariencia, según había sido su maquillaje. Hasta hoy mantienen esas
características y las podemos ver, por ejemplo, en el cisne de cuello negro, en
el cóndor o en el ñandú. Afortunadamente ellas nunca supieron lo que había
sucedido. Les habría dado mucha pena, porque fueron los propios hombres los que
prendieron el fuego. Es que tenían envidia del poder que en el comienzo de los
tiempos ostentaban las mujeres, y querían quitárselo. Después de este penoso
episodio la mujer-luna se fue con su esposo “akaynic” hasta el firmamento.
Detrás de ellos, queriendo alcanzarlos, se fue corriendo el hombre-hermano-sol,
pero no pudo lograrlo. Todos se quedaron, sin embargo, en la bóveda celestial y
no volvieron a bajar a las fiestas de los hombres.
Fuente: Del
Libro “El Mundo de Amado”. Leyendas de Tierra del Fuego. Lucía Gevert.
Edición Web:
Ser
Indígena, noviembre de 2002
Re-Edición
Web:
Ser
Indígena, mayo de 2003
Compilación
de texto.
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