INDIOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO S. XVI-XVII PARTE1
MIGRANTES y EXTRAVAGANTES.
INDIOS DE LA PERIFERIA EN LA CIUDAD DE MÉXICO
DURANTE LOS SIGLOS
XVI-XVII
tOmáS JALPA FLOrES
Biblioteca Nacional de Antropología e Historia
En
1592, los naturales
de la cabecera de Tlalmanalco acudieron ante las autoridades españolas de la ciudad de México para pedir auxilio
y localizar a “muchos indios” que se habían refugiado allí.
Las autorida-
des
virreinales enviaron un mandamiento que iba acompañado por una
“memoria” que se entregó a don Antonio
Valeriano, juez gobernador de la parte indígena
para que le sirviera de ayuda y poder buscar a
los
naturales huidos.1 Es probable
que la memoria fuera un padrón
indígena, elaborado por los tlacuiloque de Tlalmanalco, donde se daba cuenta de las personas
requeridas, sus nombres
y características. Para tener una idea de este tipo de documentos tenemos dos ejemplos:
la Matrícula de Huexotzinco y el Códice Valeriano
que consisten
en recuentos de población organizados por unidades espaciales, y los personajes se describen por su nombre
u oficio, su condición social:
casado, soltero, viudos y viudas.
En ellos se da cuenta
del número de habitantes, espe- cialmente tributarios de cada unidad espacial,
las personas muertas, huidas y advenedizas.2 Independientemente de su contenido, y para
los fines con que fueron
elaborados, lo que importa destacar
es el em- pleo de estos documentos con diferentes propósitos. En teoría, gracias a estos registros era posible tener un control sobre la población, los espacios
habitacionales y una forma eficaz de ejercer
la policía en cada lugar. En las poblaciones rurales es probable que estos documentos fueran funcionales para tales propósitos; sin embargo, en las ciudades
la situación fue más complicada a medida que aumentó la población y crecieron las zonas habitadas
por indígenas.
f. 52.
1 Archivo General de la
Nación (en adelante, AgN), Indios, v. 6, primera parte, exp.
203,
2 Matrícula de Huexotzinco, Biblioteca
Nacional de Francia (en adelante, BNF), n. 387;
Códice Valeriano, BNF, n. 376.
¿Qué tan útil podía ser este documento al juez gobernador para poder realizar la búsqueda de los indígenas
que habían llegado
a la ciudad? ¿Era posible detectarlos entre los residentes
de los diferentes barrios? ¿Los barrios
de la ciudad operaban de forma similar
a los es- pacios rurales
donde los habitantes se conocían entre sí y había cierto control?
O bien, ¿eran espacios que estaban en vías de
transformación debido
al incremento de su población y era posible perderse en el anoni- mato? Lo que es indudable es que a fines del siglo xVI la ciudad de México parecía ser uno de los focos de atracción de los naturales de las zonas peri-
féricas de la cuenca, y los trastornos provocados por las epidemias, la polí-
tica de congregación de pueblos, el despojo de tierras
y la implantación del
sistema de repartimiento fueron algunas de las causas que modificaron
las
antiguas estructuras y el sistema
de vida de las poblaciones indíge- nas, motivándolos a abandonar sus lugares de origen para refugiarse
en las ciudades.3 Taylor destaca que aunque en la época prehispánica la sociedad estaba acostumbrada a moverse de un sitio a otro, en la época colonial el flujo se incrementó y tomó otras direcciones.4 Pero ¿las ciudades eran en realidad los principales focos de atracción?
En este trabajo pretendo señalar algunos aspectos de las relaciones que establecieron los indios de las zonas periféricas con la ciudad de México durante los dos primeros
siglos de la época colonial,
que per- miten considerar las características del flujo de población. El espacio estudiado es la región oriente de la cuenca de México, que comprendía
la provincia de Chalco. La cuestión que se aborda es la movilidad y migración hacia la metrópoli, entendiendo por movilidad el desplaza- miento ocasional o continuo de los naturales sin desvincularse
de sus sitios de origen,
y el de migración por el abandono
temporal o perma- nente de los mismos
hacia la urbe.
Un aspecto que conviene tener presente es la relativa cercanía de la región con la ciudad de México, así como su contacto con otras re-
giones, en especial con el valle poblano tlaxcalteca y el de Cuernavaca- Cuautla. Como punto intermedio entre la ciudad de México y Puebla, la región de Chalco fue uno de los puentes que facilitó el intercambio
y la comunicación de los habitantes de la cuenca y la trasmontaña. Su cercanía con la ciudad, amén de las redes de comunicación terrestre y el transporte
acuático, propició una gran dinámica y movimiento
de
3 Norman y Taylor consideran que la conquista propició una desestabilidad emocional; un “desempleo psicológico”, al perderse muchas de las expectativas de la sociedad, desequilibrio
personal, incertidumbre y pérdida
de incentivos. Norman Martin, Los vagabundos en la Nueva España. Siglo xvi, México, Jus,
1957, p. 133; William
B. Taylor, Embriaguez, homicidio y rebelión
en las poblaciones coloniales mexicanas, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 33.
4 Taylor, op. cit., p. 33.
población
en la época prehispánica y durante
la colonial.5 Si bien, otras regiones participaron de una intensa
actividad, la peculiaridad de esta porción de la cuenca
se caracterizó por tener una mayor dinámica.
Aunque la región estuvo en contacto con los otros espacios, mi inte-
rés
en este estudio se centra en analizar los vínculos de los naturales de
Chalco con la ciudad de México, señalando su importancia como centro receptor,
pero sin aseverar que fuera uno de los focos importantes y el único polo de atracción
de la población rural. En otros trabajos he
destacado el carácter interregional de las relaciones de los naturales de
la región y la importancia de las redes
de intercambio que se constru-
yeron no sólo hacia la ciudad de México, sino también a otros puntos como la ciudad de Puebla, Tlaxcala, Cuautla, Cuernavaca, Oaxaca,
los centros mineros
de Pachuca y Taxco,
la Montaña de Guerrero y el valle de
Toluca.6 Estos vínculos facilitaron el movimiento de la población indígena y su traslado
a determinados lugares con los que tenían es-
trechas relaciones.
Un aspecto que debe considerarse es que las regiones periféricas de la ciudad de México constituyeron importantes fuentes de abasto de
productos y mano de obra a la metrópoli
novohispana en las diferen- tes etapas de su construcción. Las necesidades materiales, a partir de la política
de abasto, construyeron redes de intercambio entre ciertos lugares y algunas instituciones metropolitanas. La forma en que los naturales de la periferia entraron en contacto
con los distintos sectores que integraban el tejido social de la ciudad muestra la permanencia o fragilidad de estos vínculos, pues algunos
respondían a las necesidades inmediatas mientras que otros se hicieron permanentes. Por ejemplo, los naturales acudían por obligación a trabajar
en las obras del desagüe
y mantenimiento de la ciudad,
pero al terminar
su compromiso regre-
saban a su lugar de origen sin tener mayor contacto
con sus habitantes,
mientras otros que abastecían a los conventos y particulares permane- cían por más tiempo y tenían
relaciones más duraderas.
5 Por ejemplo, la distancia entre la ciudad de México el pueblo de Chalco era de seis leguas, de Chalco a Tlalmanalco dos leguas, y de Tlalmanalco a Calpan seis, de manera
que un viaje de la ciudad de México, pasando la Sierra Nevada y llegar a Calpan, eran catorce
leguas que podían transitarse en cuatro días, aproximadamente. La distancia del embarca-
dero de Chalco o Ayotzingo
a las cabeceras de la provincia iba de dos a seis leguas. Antonio de Ciudad Real, Tratado docto y curioso..., op. cit., p. 106, 107; 222-223;
Motolinía, Memoriales,
p. 185; Gemelli, Viaje a la Nueva España, p. 218, 220; Vetancourt, op. cit., p. 169, 220; Códice Franciscano, v. 2, p. 10; Cortés, Cartas de relación, p. 48, 49; De Chalco a la venta de Texme- lucan eran aproximadamente 13 leguas. López de Velasco, Geografía
y descripción Universal, p. 192, 193.
6 Tomás Jalpa Flores, La sociedad indígena en la región de Chalco, siglos xvi-xvii (tesis doctoral), México,
Facultad de Filosofía y Letras, UNAm, 2005, p. 1-14.
Sin embargo, la manera en que se construyeron las redes de comu- nicación
entre los indios de la periferia y los habitantes de la ciudad de México responde a aspectos que van más allá de los meramente
económicos. Los estudios sobre migración han destacado el factor eco-
nómico como uno de los fundamentales que explican el movimiento de
población, considerando como secundarios: la necesidad de escapar
de
problemas socioeconómicos, en especial en condiciones de hambre
y epidemia; el deseo de beneficiarse de servicios percibidos en los cen- tros urbanos
y la apertura general de comunidades cerradas
de indios hacia influencias culturales de una sociedad
mestiza.7 Si bien estos as- pectos son importantes para considerar el fenómeno de la migración, es preciso acercarse a estos procesos
desde diferentes ángulos
que nos permitan comprender el movimiento de la población. En el caso de los pueblos de la cuenca de México es indiscutible que su cercanía con la ciudad
agregó otros mecanismos que rigieron el flujo de
la población. Uno de ellos fue la facilidad
de transitar entre la urbe y el campo. Este vínculo
permanente entre la ciudad y la periferia
propició que la socie- dad rural no estableciera una dependencia plena con la metrópoli.
Pero ¿quiénes migraban? Desde luego que no toda la población
podía hacerlo, muchos no tenían necesidad ni obligación de salir de su
lugar. Si consideramos al sector vinculado a la tierra, el factor econó- mico no era el motor principal que los motivara
a ocurrir a la ciudad, pues sus requerimientos básicos
eran cubiertos por los productos
que les brindaba el campo y los recursos
de su entorno. La sociedad
rural estaba vinculada a sus espacios;
había un sentido
de pertenencia pero también aspectos prácticos
que los mantenían atados a su lugar de origen.
Por ejemplo, los agricultores, dedicados
al cultivo de la tierra, debido a sus actividades estaban obligados a permanecer más tiempo en ella. La preparación de la tierra,
la siembra, escarda
y otros trabajos los mantenían atados al campo por lo menos ocho meses,
de febrero a septiembre. Otra actividad que los retuvo fue la ganadería. En la época
colonial la población
indígena incorporó a su economía ganado mayor y menor así como aves de corral que requerían
de cuidado; los anima- les obligaban por lo menos a un miembro de la familia a permanecer en su tierra.
Por esta razón es de suponer que este sector tenía poca movilidad. Solía desplazarse poco y en ocasiones lo hacía sólo en las
7 El fenómeno de la migración
se ha estudiado considerando el factor económico como uno de los elementos
de mayor peso en la movilidad de la población.
Para una revisión de los principales
lineamientos seguidos por las
investigaciones sobre migración,
véase David Robinson “Patrones
de migración en Michoacán en el siglo xVIII. Datos
y metodologías”, en Thomas Calvo y Gustavo
López, Movimientos de población
en el occidente de México, El Colegio de Michoacán, CEmCA, 1988, p. 169-185.
grandes fiestas.
De acuerdo con la información disponible se puede
suponer que era un sector con poca movilidad, centrando su interés en
las actividades cotidianas. Cuando era necesario arreglar
asuntos de índole
jurídica, que los obligaran a desplazarse, no lo hacían ellos. Para
eso estaban las autoridades que tenían esa comisión; de manera que la
población actuaba como lo que era: una corporación representada por sus autoridades ante el gobierno español.8 Los numerosos
ejemplos por litigios de tierra nos muestran las obligaciones de las autorida-
des
para realizar estas diligencias. Por tal motivo estaban liberados de trabajar su tierra durante su gestión y se les destinaba
un monto para sus
viajes y manutención.9
Dentro del grupo vinculado con la tierra, los que tenían mayor
movilidad eran los renteros, que necesitaban desplazarse cuando re- querían proveerse
de otros productos para subsistir,
pues las tierras destinadas eran pocas e insuficientes para cubrir sus necesidades ele- mentales. En la provincia de Chalco muchos asentamientos existían en
estas condiciones y la tierra que les otorgaban los señores consistían en pequeñas
parcelas de 20 × 20 brazas o sea 0.11 hectáreas, insuficiente
para
el sostenimiento de una familia.10 Tampoco tenían acceso a los bosques y la laguna por lo que se veían obligados a obtener los pro- ductos en otras partes. Sin embargo, para ellos la ciudad no era un sitio que ofreciera esa posibilidad de subsistir, por lo que sus expectativas siempre estaban en el ámbito rural.
Los sectores
que no tenían apego a la tierra eran los que presen-
taban más movilidad; entre ellos podemos mencionar
a mercaderes, artesanos, arrieros y transportistas. Eran grupos con otras expectati-
vas de vida; tenían un conocimiento más amplio de los territorios y su contacto con los diferentes sectores de la sociedad les facilitaba un mayor
proceso de aculturación y más posibilidades de comunicación con ellos. Desde la época prehispánica los naturales de la región de
Chalco estuvieron en contacto con la ciudad de México-Tenochtitlan. Las redes de comercio vincularon a los pueblos
de la montaña y la zona lacustre con la ciudad de México; a los embarcaderos llegaba la madera
y el maíz procedente de los bosques
y los valles, que eran trasladados por los habitantes de los pueblos lacustres que tenían mayor contacto con
los
residentes de la urbe y eran el puente entre ésta y los pueblos del somontano.
En la época colonial los comerciantes, arrieros
y transpor-
8 José Gabino Castillo
Flores, En el nombre de Dios...
Actitudes ante la muerte: una aproxi- mación
a la práctica testamentaria en Xalapa (1700-1750), México, Universidad Veracruzana, 2006, p. 99.
9 Jalpa Flores, op. cit.
10 AgN, Tierras, v. 1768, exp. 1, f. 14; Indios, v. 3, exp. 58, f. 14.
tistas eran los sectores que tenía contacto con la elite y los principales espacios de la ciudad; su radio de acción eran los tianguis,
los puertos, las garitas y los barrios de indios. Eran los intermediarios entre los productores y los consumidores. Los productos llegaban vía el tributo,
cuando era en especie, o las obligaciones impuestas a los pueblos.
Aun- que un amplio
sector de la sociedad indígena trasladaba sus productos a la ciudad de México, como por ejemplo, los leñadores, madereros, carboneros y neveros, que los bajaban de los montes y los llevaban
a las casas de la ciudad de México,
el grueso de la población
los dejaba en los puertos de Chalco y Ayotzingo
para que los transportistas los embarcaran a la ciudad.11
No obstante,
esto no impedía el contacto de los naturales con los habitantes de la ciudad. Varios conventos tenían trato con los asentistas quienes obligaban a los indígenas
a llevar los materiales a la ciudad. Los habitantes de la zona lacustre traficaban con pasto para el ganado, pescado fresco
y agua, comercializándolos en los tianguis
y de casa en casa; tanto hombres como mujeres participaban en estas actividades. Los remeros trasladaban el maíz hacia la alhóndiga, las vigas hacia los conventos que lo requerían, estableciendo contacto con los funcionarios y los vecinos de los alrededores, que estaban acostumbrados a convivir
con ellos. Muchos descansaban cerca de los lugares después de más de ocho horas de viaje nocturno.
Eran comunes las redes de amistad y compadrazgo entre este sector y los habitantes de las garitas
y los arrabales. Algunos comerciantes sabían dónde adquirir
los materiales requeridos,
como ocurría con un comprador de obras de teatro que las obtenía en la plaza del Baratillo y las llevaba
a vender a Amecameca, Ozumba, yecapixtla, Texmelucan y varios pueblos del valle poblano, donde se traducían al náhuatl.12 Tal parece que los naturales tenían un
conocimiento preciso de la ciudad
y estaban acostumbrados a despla- zarse por los diferentes rumbos
sin mayor problema.
Si bien la ciudad representaba uno de los focos principales para
los
comerciantes, había ciertos grupos que se trasladaban continua-
mente
a la ciudad por otros motivos y con diferentes propósitos.
Conviene preguntarse ¿quiénes eran
los que estaban
en contacto con
la ciudad? ¿Cuáles eran sus espacios de acción? En la época prehis- pánica ciertos grupos especializados estaban en contacto con la elite
tenochca. Danzantes chalcas, procedentes de Amecameca y Ayapan-
go,
se trasladaban periódicamente a la ciudad para participar
en las fiestas, pero también para divertir a los gobernantes; entre ellos se
11 Jalpa Flores, op. cit., p. 33.
12 AgN, Inquisición, v. 1072, leg. 5, f. 195 ss.
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