Roxanna Erdman, “Hipopótamo” en Zorrillo el último. México, SEP-Santillana, 2005.
20. Hipopótamo
En la siguiente lectura hay cosas que son ciertas y cosas que son
falsas. A veces pasa eso en los libros: alguien puede equivocarse, o puede no
saber... Pongan atención.
Submarino por vocación, se pasa la vida sumergido en aguas tranquilas,
lejos del calor, lejos de las disputas territoriales, del barullo y de las
distracciones. El tiempo transcurre para él como el agua lenta de un baño de
tina.
El hipopótamo no sabe qué es tener prisa, nunca ha sentido una
urgencia. Su cuerpo rotundo no está diseñado para apresurarse, sino para
flotar, y flotando resuelve la vida como lo hacen las boyas y las islas
desiertas.
Lo que en otros se reconoce como holgazanería, en él es parsimonia.
Hace mucho tiempo, antes de que las cosas fueran como son, los animales
decidieron repartirse las tareas: algunos debían tener la hierba siempre
podada, otros evitarían que la población de herbívoros creciera sin control,
los de más allá mantendrían a raya a los carnívoros, y así. Todos fueron
escogiendo un trabajo, pero el hipopótamo no elegía: ¿de qué podría ocuparse un
animal redondo como cantante de ópera, pero tímido como un grillo, nada ágil y
de piel tan sensible que no resiste dos horas de sol?
“¿Qué quieres hacer?”, le preguntaron. Luego de pensarlo un rato, con
amplia sonrisa contestó: “Burbujas”. “Perfecto -dijeron-, que se encargue de
eso.” Y no se habló más del asunto.
“Eso” es lo que hace el hipopótamo debajo del agua; no canta, no
medita, no come golosinas a escondidas: fabrica burbujas, las más perfectas,
las más hermosas y delicadas que se producen en el globo terráqueo. Su propio
nombre, grande y circular, habla de su ocupación. Los griegos lo llamaron
caballo de río, aunque las ramas de su árbol familiar lo acercan más a los
cerdos que a los equinos. Ni raíces ni ramas sostienen al redondo hipopótamo
que de esfera tiene el nombre, pero no lo etéreo.
Submarino por vocación, de cuándo en cuándo el hipopótamo saca la
cabeza del agua y bosteza para orear un poco la maquinaria herrumbrosa de hacer
burbujas. Luego, muy despacio, vuelve a sumergirse en el agua lenta para
continuar su labor.
Hay textos que nos dicen cómo es el mundo, y textos que inventan
loqueras divertidas. Cómo saber si lo que dice este texto es verdad o es algo
imaginado? Muy fácil. Hay que consultar otros libros sobre el mismo tema y ver
qué dicen. ¿De veras es el hipopótamo como aquí se dice? ¿A qué velocidad corre
un hipopótamo? A ver quién lo averigua.
Roxanna Erdman, “Hipopótamo” en Zorrillo el último. México,
SEP-Santillana, 2005.
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