Arnold Lobel, “El avestruz enamorado” en Fábulas. México, SEP-Celistia, 2006.
27. El avestruz enamorado
El domingo, el avestruz vio a una señorita que paseaba por el parque.
Se enamoró de ella a
primera vista. La siguió a cierta distancia, posando las patas allí
donde ella había pisado.
El lunes, el avestruz cogió violetas para ofrecérselas a su amada. Era
demasiado tímido para dárselas personalmente, así que se las dejó en la puerta
de casa y se marchó corriendo. Pero el corazón le daba brincos de felicidad.
El martes, el avestruz compuso una canción para su amada. La cantó una
y otra vez. La encontraba la música más hermosa
que jamás hubiese oído.
El miércoles, el avestruz miró comer a su amada en un restaurante. Se le
olvidó pedir su propia cena. Era tan feliz que había perdido el apetito.
El jueves, el avestruz escribió un poema para su amada. Era el primer
poema que escribía, así que no tuvo valor para leérselo.
El viernes, el avestruz se compró un par de zapatos nuevos. Se los puso
y se sintió elegante y guapo. Esperaba que su amada lo notara.
El sábado, el avestruz soñó que bailaba un vals con su amada en un
salón de baile enorme. La sostenía firmemente mientras daban vueltas y más
vueltas al ritmo de la música. Se sentía dichoso de estar vivo.
El domingo, el avestruz regresó al parque. Cuando vio a la señorita que
paseaba, el corazón le dio un vuelco, pero se dijo: “Bueno, me parece que soy
demasiado tímido para cortejarla. Otra vez será. Aunque, no me cabe duda, esta
semana no he perdido el tiempo”.
El amor por sí mismo es una recompensa.
Arnold Lobel, “El avestruz enamorado” en Fábulas. México, SEP-Celistia,
2006.
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