“El corazón de Copil” en Nerio Tello (comp.), Antes de América: leyendas de los pueblos originarios. México, SEP-Celistia, 2008.


En el centro del Escudo Nacional de México, un águila, posada en un nopal, lucha con una serpiente.
     Cuentan que el belicoso y fiero Huitzilopochtli, el dios mexica de la guerra, dirigió a su pueblo en su peregrinación hasta el lago donde debían encontrar esa águila. En el camino, una hermana del dios, que había peleado con él, quedó abandonada en una región montañosa y boscosa. Acompañada de sus seguidores, Malinalli logró fundar el reino de Malinalco.
     Malinalli tuvo un hijo, Copil, que creció oyendo cómo la había maltratado su hermano, Huitzilopochtli. En su pecho, día a día, aumentaba el deseo de encontrarse alguna vez con ese dios cruel que era su tío. Pasaban los años y Copil se convirtió en un valiente muchacho de negra cabellera y cuerpo atlético, diestro en todos los lances de la caza y de la guerra. Su corazón ardía en deseos de venganza. Fuerte y resuelto, estaba decidido a cumplir con sus propósitos.
     Un día Copil tomó su arma preferida, la macana, una maza con puntas, y su escudo, el chimalli, y partió en busca de este dios cruel.
     Huitizilopochtli (cuyo nombre significa colibrí zurdo o colibrí siniestro, terrible) era un dios cruel que se complacía en la guerra, la sangre y la muerte.
     Huitzilopochtli era el Sol que cada mañana debía combatir con la Luna y las estrellas, a fin de ganar un nuevo día para los hombres.
     Cuando Copil salió tras sus pasos no imaginaba a quien se enfrentaría.
     El fiero dios de la guerra, lleno de ira, no mandó guerreros al encuentro de Copil, sino a los sacerdotes, a quienes les dio esta orden:
     -Que le saquen el corazón y lo traigan como ofrenda.
     Los sacerdotes deliberaron sobre lo que les convenía hacer y aguardaron la noche. Cuando Copil y sus guerreros dormían, se acercaron a él en silencio y de una cuchillada le extrajeron el corazón.
     Los sacerdotes llegaron con el corazón de Copil en un recipiente y se lo entregaron a Hutzilopochtli, quien ordenó que lo enterraran en un islote que había en medio de un lago.

     Por la noche, los sacerdotes enterraron el corazón en el lugar indicado. Con eso creyeron que la historia de Copil había terminado. Pero al otro día vieron con asombro que en el lugar había brotado una hermosa planta, donde antes había solo rocas desnudas y ramas sin vida. El corazón de Copil se había convertido en el vigoroso nopal de ovaladas hojas y flores encarnadas.
“El corazón de Copil” en Nerio Tello (comp.), Antes de América: leyendas de los pueblos originarios. México,
SEP-Celistia, 2008.

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