Froilán Escobar, “La hormiga león” en Secreto caracol, Bs.As., Colihue, 1993.
La verdad es que nunca se ha visto un león que quiera ser hormiga, no
porque tenga miedo a ser tan chiquitito, sino porque el león es el rey de la
selva y le quedaría muy grande la corona.
Ahora, lo contrario sí ha sucedido. Hubo una vez una hormiga que quiso
ser león.
La cosa empezó cuando la hormiga se puso la peluca grandulona de su
abuela y lanzó un rugido. En seguida corrió a meterle miedo a los demás.
Aquello era tremendo. Mientras las otras andaban acarreando hojas o
pastoreando pulgones (que son las vacas de las hormigas) para que no faltara la
leche en el hormiguero, ella se pasaba el día como si se tratara de un
verdadero león.
Luego los rugidos se le fueron a la cabeza, quiso irle arriba a un
mosquito chupaflor y terminó teniendo una reyerta con un gorgojo pendenciero.
Así anduvo la hormiga hasta el día en que se quedó sola en el monte.
Sola con su peluca y sus rugidos.
Entonces se dio cuenta que, hasta el mismo león, solo, puede ser una
hormiga.
Y aprendió otra cosa
más: que a una hormiga cualquiera pueden aplastarla, aunque ruja como un león.
Pero, ¿verdad que un hormiguero, en cambio, es algo respetable?
Froilán Escobar, “La hormiga león” en Secreto caracol, Bs.As., Colihue,
1993.
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