“Copo de Nieve”, Josephine Evetts-Scker (adaptación), Cuentos de Madres e hijas. México, SEP-Omega, 2007.



Hace muchos años, en una aldea eslava, vivía una pareja sin hijos llamada María e Iván. Se amaban mucho, pero su felicidad era incompleta porque no tenían hijos. Cuando se hicieron mayores, se dieron cuenta que el placer que siempre habían sentido al ver jugar a los niños de otras personas se había convertido en tristeza. “Ojala tuviéramos nuestros propios hijos”, se decían. Pero, con el transcurso de los años, abandonaron la esperanza de ver cumplido su deseo.
Un frío invierno -el más frío que nadie podía recordar- estuvo nevando durante días y se acumularon enormes montañas de nieve alrededor de las casas. Una mañana María e Iván estaban sentados ante su ventana mirando a los niños hacer un muñeco de nieve y escuchando sus gritos alegres, cuando una gran resolución emergió del corazón de Iván y exclamó: “¡María, salgamos a construir nuestra propia muñeca de nieve!”
A su esposa le gustó la idea. “Sí, así pasaremos una mañana agradable -dijo-. Pero en vez de hacer una muñeca de nieve, vamos a hacer una niña de nieve. Así podremos cuidar de ella como si fuera real. No podemos tener niños ¡pero nadie puede impedir que hagamos nuestra propia hija de nieve!” Y, bien abrigados y calzando botas gruesas, sobrero y bufanda, salieron al jardín.
María e Iván estaban tan emocionados con su plan que pronto se olvidaron del frío. Trabajaron con toda la fuerza de sus viejos huesos hasta que reunieron nieve suficiente para formar el cuerpo, los pies y los brazos de la criatura. Finalmente, pusieron la cabeza de nieve en lo alto. Sus vecinos estaban bastante sorprendidos al ver a la pareja de ancianos ajetreada y riendo con la nieve. “¿Qué están haciendo?”, se preguntaban unos a otros.
María e Iván se sentían cada vez más felices a medida que moldeaban con cuidado los ojos, las orejas, la nariz y la boca. Finalmente, la niña de nieve quedó terminada. Dejando sus huellas sobre el suelo helado, la pareja se alejó unos pasos para admirar el resultado de su mañana de trabajo. María no pudo resistir acercarse más a la criatura de nieve. Con suavidad colocó su mano en la mejilla de la niña de nieve y empezó a llorar. Sintió una brisa fresca en su rostro. Con asombro se dio cuenta que era aliento humano, procedente de la boca de la niña. Al acercarse se encontró a sí misma mirándose en un par de profundos ojos azules. Lentamente, los labios se volvieron de color rojo y empezó a sonreír.
Iván se asustó. “¿Qué hemos hecho?”, gritó, atemorizado, y se santiguó.
Pero María sentía una profunda paz en su corazón cuando miraba a la niña que empezaba a mover los brazos y las piernas. “Dios nos ha enviado este regalo -dijo abriendo los brazos para abrazar a la niña de nieve-. Es nuestra hija y su nombre es Copo de Nieve.
“Copo de Nieve”, Josephine Evetts-Scker (adaptación), Cuentos de Madres e hijas. México, SEP-Omega, 2007.

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