Miguel Ángel Herrera, et al., “Los nombres de los astros” en El Sistema Solar. México, SEP-SITESA, 1991. 



8.            Los nombres de los astros
Todos los pueblos de la antigüedad le dieron nombres a los astros más brillantes que son visibles a simple vista. Estos nombres provenían, por lo general, de sus leyendas o su religión. Pero la mayor parte de ellos ya se ha olvidado. En nuestros días, conservamos tan sólo nombres árabes y versiones latinizadas, que nos legaron los romanos, de los nombres griegos originales.
Así, por ejemplo, a un planeta que se caracterizaba por ser tan rojo como el color de la sangre, los griegos le pusieron el nombre del dios de la guerra: Ares, y al planeta más brillante de todos lo llamaron Afrodita, su diosa de la belleza y el amor. Pero para los romanos, el dios de la guerra era Marte y la diosa de la belleza y el amor era Venus, así que fueron estos nombres los que se conservaron.
Los nombres árabes se conservan sobre todo en las estrellas. Son muy famosas Algol en la constelación de Perseo y Deneb en la del Cisne. Algol quiere decir “demonio” en árabe, y le pusieron así porque su brillo cambia con el tiempo. Deneb significa “cola” también en árabe y se llamó así porque es la estrella que está en la punta de la cola del cisne.
Hoy día hay una comisión internacional que se encarga de ponerle nombre a cualquier objeto nuevo que se descubra, ya sea un cometa, un asteroide, un satélite o algún objeto desconocido.
Cualquier persona puede sugerir un nombre. Por ejemplo cuando en 1977 se descubrió un satélite del planeta Plutón, a una niña inglesa se le ocurrió llamarlo Caronte porque, en la mitología griega, Plutón era el dios del reino de los muertos y Caronte era el barquero que transportaba a los muertos al reino de Plutón. La sugerencia se aceptó y el satélite de Plutón se llama Caronte.
Miguel Ángel Herrera, et al., “Los nombres de los astros” en El Sistema Solar. México, SEP-SITESA, 1991. 

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